8 - Capítulo 8 — El séptimo sello. Las 4 primeras trompetas

Libro del Apocalipsis


Hasta entonces, el cielo resonaba con las alabanzas de los redimidos y de los ángeles, dando gloria al Cordero. Después de la adoración (cap. 7:10) viene un silencio en el cielo, tras la apertura del séptimo sello.

8.1 - Un «silencio» (Apoc. 8:1-2)

La duración «como de media hora» es una «medida» humana comparable al «Selah» de los salmos: un tiempo de meditación o de asombro que precede a una intervención directa de Dios. Esta espera silenciosa de todo el ejército celestial anuncia la extrema solemnidad de lo que va a seguir, porque los juicios más terribles van a caer sobre la tierra. «El que no escatimó a su propio Hijo» (Rom. 8:32), desatando sobre él el juicio que nosotros merecíamos, ahora herirá a los que rechazaron su gracia y pisotearon «al Hijo de Dios» (Hebr. 10:29).

La Escritura nos habla de un día aún futuro, cuando toda la tierra (Hab. 2:20), las islas (Is. 41:1) e incluso toda carne (Zac. 2:13) tendrán que silenciarse ante Dios. Actualmente no es un tiempo de silencio en la tierra, donde reina una algarabía ensordecedora. Diversos ruidos y voces cautivan la atención de los hombres para impedirles prestar atención a la Palabra de Dios.

El séptimo sello es enteramente desenrollado. «Los siete ángeles que estaban delante de Dios» –ocupando un lugar especial (Lucas 1:19)– reciben las trompetas. Pero cuando se preparan para tocar las trompetas que anuncian el juicio, un ángel viene y se para ante el altar, con un incensario de oro.

8.2 - «Otro ángel» (Apoc. 8:3-5)

¿Es una criatura, o representa más bien al Ángel de Jehová del Antiguo Testamento, es decir, al Señor mismo? Presentado como un Cordero en las escenas precedentes (cap. 4-7), más adelante el Señor será visto como un Ángel (cap. 10:1). Aquí actúa como gran Sumo Sacerdote e interviene a favor de los santos para que su clamor sea escuchado y respondido. A este Ángel se le dio «mucho perfume»: esto habla de Cristo.

Los mártires cuyas almas estaban bajo el altar no tenían necesidad de ayuda. Muertos por causa de Cristo, ya estaban en el reposo. Pero los santos que todavía están en la tierra, que sufren y oran, necesitan esta intercesión. Los perfumes suben hacia Dios con sus oraciones. El incienso exhala su olor gracias al fuego encendido sobre el altar de bronce (Lev. 16:12). Solo Cristo puede ofrecer esas oraciones a Dios, porque hay: «Un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús» (1 Tim. 2:5).

¿Cuál es el tema de las oraciones de los santos que aún estarán en la tierra? ¿Piden que Dios perdone a los que persiguen al residuo de Israel? ¡No! Como Elías antiguamente, piden la intervención de Dios en juicio.

La respuesta no se hace esperar, a diferencia de la esperanza prematura de las almas que están bajo el altar (cap. 6:10). El ángel toma el incensario y lo llena del fuego del altar para echarlo a la tierra (un acto similar es descrito por el profeta Ezequiel (10:2). Este acto simboliza la ira de Dios contra el pecado (Lucas 3:17), ira que cae sobre los habitantes de una tierra mancillada por el pecado, y que no se arrepienten. Señales celestiales de poder lo confirman: voces, truenos y relámpagos, como en la escena del trueno (cap. 4:5). Un terremoto se añade para anunciar la inminencia de ese juicio sin precedente.

Entonces los 7 ángeles se preparan para tocar las trompetas (v. 6). Desde el Sinaí, a menudo el sonido de la trompeta ha anunciado las grandes intervenciones del poder o de la justicia de Dios (Éx. 19:16, 19; Mat. 24:31; 1 Tes. 4:16; 1 Cor. 15:52).

Los juicios que siguen difícilmente pueden ser explicados de manera absoluta al tiempo actual, y sería imprudente ser demasiado categórico a su respecto. El significado real de la mayoría de los acontecimientos solo aparecerá en el momento en que se cumplan. Ellos recuerdan las plagas de Egipto, pero con esta diferencia mayor: también alcanzarán a Israel. En todo caso, la interpretación histórica de acontecimientos pasados debe ser rechazada. En efecto, este libro profético muestra claramente que esos juicios todavía no han tenido lugar.

8.3 - La primera trompeta (Apoc. 8:6-7)

Las 4 primeras trompetas de juicio forman visiblemente un conjunto. Los juicios que se producen alcanzan simbólicamente a las 4 partes de la creación: el cielo, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas (cap. 14:7).

El fuego enviado por Dios cumple su obra. El sonido de la primera trompeta es seguido por la misma manifestación de la ira divina que hirió a Egipto, en el momento de la séptima plaga (Éx. 9:23). Un juicio violento y destructor viene del cielo: la presencia de sangre añade un elemento particularmente aterrador. El granizo, el fuego y la sangre expresan toda la ira de Dios. Los árboles (imagen de los poderes) y toda hierba verde (símbolo de la prosperidad comercial y agrícola) son quemados enteramente.

El hombre está tocado primero en su entorno y luego en sus recursos, antes de ser alcanzado en su persona. A veces los árboles son una imagen de los que ocupan una posición elevada entre los hombres, y de su orgullo (Dan. 4:11). Cuando estos son barridos por el juicio, la autoridad moral desaparece, con todas las formas de la prosperidad.

Parece que esos juicios caen sobre el Imperio romano reconstruido, y más precisamente sobre la tercera parte de este Imperio, que será la porción occidental (cap. 12:4). La cristiandad profesa sin vida es la primera en ser alcanzada (1 Pe. 4:17). La tierra oriental, vecina del Éufrates, será tocada a su turno, cuando la sexta trompeta suene. Por el contrario, la séptima trompeta traerá un juicio universal (cap. 11:15-18).

En estos capítulos se trata 12 veces de «la tercera parte». Estos son, pues, los juicios ampliados, pero todavía parciales.

8.4 - La segunda trompeta (Apoc. 8:8-9)

Una gran montaña en fuego fue lanzada al mar. Es evidente que aquí se trata de un símbolo. En la Escritura, a menudo la montaña representa un gran poder o un gran reino establecido desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, Jeremías llama a Babilonia «monte destruidor», el cual Dios reducirá a un «monte quemado» (Jer. 51:25; léase también sobre este tema, los siguientes pasajes: Sal. 46:2; Is. 4:4; Zac. 4:7).

Este gran poder mencionado aquí, símbolo probable de una revolución, será precipitado en el mar agitado de las naciones, agregando una destrucción más grande todavía de la vida y del comercio, representado aquí por las naves (el mar es una imagen común de las naciones en su carácter de inestabilidad y anarquía.)

Esto nos recuerda que las aguas de Egipto se convirtieron en sangre, que todos los peces murieron. Podemos pensar, pues, en un cumplimiento parcial literal de ese juicio venidero (Éx. 7:19-21; Sal. 78:44).

8.5 - La tercera trompeta (Apoc. 8:10-11)

Cuando ella suene, una gran estrella caerá del cielo. Se supone que una estrella aporta la luz celestial («como una antorcha»), el pensamiento divino (cap. 1:20). Hablando de este periodo de la tribulación, el Señor hizo una seria advertencia a los suyos: Habrá «cosas aterradoras y grandes señales desde el cielo» (Lucas 21:11).

Bajo esta figura, tal vez se trate de una persona que pretende ejercer una gran influencia sobre los hombres. Es un impostor; cae en la apostasía, y su caída trae los funestos resultados descritos aquí. Puede tratarse del anticristo del fin, quien después de haber tenido la pretensión de ser un gran maestro en medio de Israel, se presentará como investido de una autoridad divina (2 Tes. 2:4), antes de conocer su caída fatal.

El nombre de la estrella es «Ajenjo», un nombre que sugiere impiedad, infidelidad o idolatría. En el lenguaje de los profetas del Antiguo Testamento, el ajenjo era sinónimo de veneno (Jer. 9:15; 23:15; Lam. 3:19).

Con ese contacto, la tercera parte de los ríos y las fuentes de las aguas se vuelven amargas. Los ríos sugieren la idea de los medios de comunicación entre los hombres. Siempre se trata del territorio del Imperio romano. Esas aguas son incluso envenenadas, porque por ese medio «muchos hombres murieron». Se puede pensar que Dios da permiso a un conductor para difundir falsas enseñanzas, las cuales traen amargura y muerte al espíritu de los hombres en la tercera parte de la tierra.

Aquí no hay, como en Mara, madera elegida por Dios para endulzar las aguas (Éx. 15:25). Eliseo tampoco estará presente para echar sal y decir, de parte de Dios, a los hombres de la ciudad maldita de Jericó: «Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad» (2 Reyes 2:21).

8.6 - La cuarta trompeta (Apoc. 8:12)

Es el turno para que el sol, la luna y las estrellas sean afectados. La tercera parte de estos astros es herida. El sol es el símbolo de la más alta autoridad; la luna, que no tiene luz propia, representa una autoridad dependiente o derivada, mientras las estrellas son la imagen de una autoridad subordinada. Estos acontecimientos recuerdan los que produjo la apertura del sexto sello (cap. 6:12-14), y son claramente anunciados por Cristo mismo (Lucas 21:25-28).

El significado simbólico del efecto producido por esta trompeta de juicio es que toda autoridad, en el Imperio romano restablecido sobre sus bases, será herido por la mano de alguien situado en una posición más elevada. El resultado será la oscuridad moral más desastrosa.

Estas 4 trompetas de juicio introducen de manera simbólica hechos cada vez más graves. Sucesivamente ponen en evidencia la desaparición de la prosperidad, la cual huye de la tierra. Luego es el turno para que un gran poder sea destruido en las convulsiones dramáticas de una revolución que se extiende a las otras naciones. Enseguida, un gran conductor cae y se convierte en motivo de amargura, mientras la autoridad es fuertemente atacada y rechazada. Por último, todo el territorio del Imperio romano se halla sumergido en las espesas tinieblas morales.

8.7 - Las 3 últimas trompetas de desgracia (Apoc. 8:13)

Se diferencian de las 4 primeras mediante el anuncio hecho por un águila volando en medio del cielo: «¡Ay, ay, ay de los que habitan sobre la tierra, a causa de las otras voces de la trompeta, de los tres ángeles que están a punto de tocar la trompeta!» (v. 13).

Recordemos que los juicios introducidos por las 4 primeras trompetas solo han afectado al hombre en sus recursos y en su medio ambiente, representado por los árboles, los ríos, el sol, la luna y las estrellas (en su organización política). Ahora las 3 últimas trompetas anuncian que el hombre mismo será herido.

El águila, esa ave de rapiña temible que acecha su presa con la rapidez del relámpago (Job 39:29-30), es escogida como el mensajero de las calamidades inminentes, más terribles todavía que las precedentes (cap. 19:17-18; Mat. 24:28).

«Los que habitan sobre la tierra» (nótese el contraste con «los que moran en el cielo»: cap. 13:6), son los que, como Caín, salieron intencionalmente de la presencia de Dios para construir un mundo sin él. Habiendo escogido identificarse con la bestia romana más bien que con el Cordero, deben compartir su juicio, como los egipcios sufrieron la misma suerte que el Faraón y sus dioses.