2 - El remanente fiel (Capítulo 1)

El libro de Daniel


En el capítulo inicial de Daniel se nos permite ver el carácter de los hombres a los que Dios predice el curso de los tiempos de los gentiles y a los que da a entender lo que piensa de su pueblo durante los tiempos de su angustia y cautiverio.

2.1 - Versículos 1-2

Como introducción al libro, los dos primeros versículos indican brevemente la ruina de Israel y la consiguiente transferencia del gobierno de la tierra –representado por el poder real– del rey de Judá al rey de Babilonia. Este acto solemne se describe definitivamente como obra de Jehová, pues leemos que «el Señor entregó en sus manos a Joaquín, rey de Judá», en manos de Nabucodonosor.

No solo el rey de Judá está entregado a la esclavitud, sino que Dios abandona tan completamente a Jerusalén como sede de su gobierno y de su culto, que los mismos utensilios utilizados en su culto están entregados en manos de este rey pagano. De inmediato se nos permite ver el carácter de este rey gentil, pues leemos: «Colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios». No tiene un verdadero conocimiento o temor de Dios, ni un sentido real del carácter sagrado de estos vasos, una premonición del carácter impío de los gobernantes gentiles durante los tiempos de los gentiles.

El pueblo de Israel y los reyes de Judá habían sido advertidos una y otra vez de que sus malos e idólatras caminos traerían sobre ellos la mano castigadora de Dios. Las advertencias desatendidas fueron seguidas por el pronunciamiento definitivo del profeta Isaías de que el juicio caería. Así reza el mensaje al rey Ezequías: «He aquí vienen días en que será llevado a Babilonia todo lo que hay en tu casa, y lo que tus padres han atesorado hasta hoy; ninguna cosa quedará, dice Jehová» (Is. 39:6). A pesar de este mensaje, el mal aumentó y alcanzó su clímax en el reinado del hijo de Ezequías, el malvado Manasés, que sedujo al pueblo «a que hiciesen más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel» (2 Reyes 21:9). Finalmente, en el reinado de Joacim, se cumplieron las palabras de Dios por medio de Isaías. El gobierno pasó del judío al gentil, y en adelante los judíos estarán sometidos a los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles se cierren con la introducción del reinado de Cristo.

Sin embargo, aprendemos de este capítulo que, aunque la nación de Israel está sometida a los gentiles, Dios preserva para sí un remanente piadoso que es fiel a Dios y apoyado por él. Los caminos de gracia de Dios con este remanente demuestran claramente que, por mucho que Dios tenga que castigar a su pueblo a causa de su infidelidad, siguen siendo objeto de su cuidado, aunque hayan dejado de ser los instrumentos de su gobierno directo del mundo.

Además, la comprensión de los caminos de Dios se encuentra en este remanente piadoso; y Dios los utiliza como testigos individuales para sí mismo, aunque la nación en su conjunto ha fracasado totalmente como testigo de Dios. Además, vemos, por parte de este remanente, que la obediencia a la Palabra de Dios y la separación de la influencia contaminante de Babilonia son las condiciones morales necesarias para recibir y entender las comunicaciones de Jehová, para disfrutar del apoyo de Jehová, y para ser usados en cualquier medida como testigos de Jehová.

2.2 - Versículos 3-7

Este remanente piadoso está puesto en evidencia a nuestra atención por los esfuerzos del rey de Babilonia para utilizar al pueblo de Dios para sus propios fines. Trataría de adornar su corte con los líderes del pueblo de Dios –la descendencia del rey, los príncipes y aquellos que eran bien favorecidos y marcados por la sabiduría, el conocimiento y la ciencia. Pero, mientras el mundo religioso busca utilizar al pueblo de Dios para su propia gloria, no puede tolerar a su Dios, la obediencia a su Palabra o la separación de sus propios males. De ahí que el mundo quiera borrar toda evidencia de su vínculo con el verdadero Dios. Con este fin, el pueblo de Dios, si ha de ocupar su lugar en la corte, debe ser instruido en la sabiduría del mundo, participar en los manjares del mundo y compartir los títulos del mundo.

Tampoco es de otra manera hoy en día. Aquellos que están destinados a ocupar un lugar como líderes religiosos en la corrupción babilónica de la cristiandad deben ser entrenados en las escuelas religiosas de este mundo, deben, por así decirlo, ser enseñados en «las letras y la lengua de los caldeos». Deben beneficiarse de los recursos proporcionados por el mundo: cada día, de la «provisión diaria de la comida del rey»; y, por último, deben aceptar los títulos y las dignidades que el mundo puede dar.

En relación con el plan del rey, se menciona especialmente a cuatro hombres de los hijos de Judá. Los nombres que se les dan están presumiblemente relacionados con los dioses de Babilonia (véase Dan. 4:8). Con el fin de adaptarse a su mundo, las mentes de estos hombres deben ser entrenadas en el aprendizaje de los caldeos, sus lenguas deben hablar el idioma caldeo, sus cuerpos alimentados con los manjares del rey, y sus nombres cambiados por los de los dioses paganos.

A cambio de la pérdida de su nacionalidad, a estos cautivos se les ofrece una perspectiva muy atractiva en una tierra extranjera. Tendrán un curso gratuito de la mejor educación del país, sus necesidades diarias serán satisfechas con la mejor provisión a costa del rey, y al final tendrán una posición exaltada en el palacio del rey.

2.3 - Versículos 8-17

Hay, sin embargo, en el esquema del rey, serias dificultades para los hombres piadosos. Llevar a cabo el plan del rey, a su manera, implicaría desobedecer la Palabra de Dios. Participar en los manjares del rey sería comer cosas prohibidas por la Ley para un israelita. Por lo tanto, la atractiva perspectiva se convierte en una severa prueba para su fe. La prueba es: ¿desobedecerán las instrucciones directas de Dios en aras del progreso mundano, o se mantendrán fieles a la Palabra de Dios sean cuales sean las consecuencias?

Se podrían haber esgrimido muchos argumentos plausibles a favor de someterse incondicionalmente a la propuesta del rey. La conveniencia sugeriría que plantear una objeción a la propuesta probablemente arruinaría todas sus perspectivas. No solo pondría fin a su carrera de utilidad para sus hermanos, sino que podría causar un daño positivo a otros y aumentar las dificultades de los cautivos. La razón argumentaría que, ya que habían sido entregados a la mano del rey de Babilonia por un acto de Jehová, su único curso correcto era someterse completamente al rey, de lo contrario podrían estar rebelándose contra lo que Jehová había permitido. El compromiso sugeriría que, siempre y cuando no renunciaran a la confesión o a su Dios, las instrucciones en cuanto a no comer ciertos alimentos podrían, bajo las circunstancias, ser renunciadas. Tales instrucciones seguramente se aplicaban a un pueblo libre en su propia tierra; pero ahora que estaban en esclavitud en una tierra extranjera, ¿no sería un mero escrúpulo insistir en la estricta observancia de la letra de la Ley?

Tales argumentos, si se usan, no tienen peso con estos hombres piadosos. La prueba solo pone de manifiesto su carácter devoto. Se niegan a dejarse guiar por la mera conveniencia, o por los dictados de la razón humana, y no entran en ningún compromiso. No olvidan que, a pesar del fracaso de Israel, y aunque sufren el castigo de Dios, siguen siendo el pueblo del Dios verdadero al que deben lealtad de todo corazón. Están correctamente preparados para someterse al rey gentil, pero no desobedecerán la Palabra de su Dios.

El secreto de la fuerza de Daniel era que su corazón estaba bien con Dios, como leemos: «Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey». Actúa, sin embargo, con gran discreción, pues le pide al príncipe que «no le obligase a contaminarse», sin irritar y enemistarse con el hombre diciéndole que ya se había propuesto en su corazón que “no se contaminaría”.

El príncipe explica la dificultad y el peligro de acceder a la petición de Daniel. De inmediato, Daniel propone una prueba de diez días de una dieta de acuerdo con su ley. Esta sugerencia es una prueba sorprendente de la fe de Daniel en el Dios vivo. El resultado demuestra que su fe no es vana. Obedeciendo la Palabra de Dios, estos hombres piadosos se encuentran al final de la prueba en mejor condición corporal que los que comieron la misma comida que el rey. Así que la petición de Daniel es concedida.

La obediencia a la Palabra de Dios, la fe en el Dios vivo, la separación de las contaminaciones de Babilonia son las marcas sobresalientes de estos hombres piadosos. Los tales tienen la comprensión del pensamiento de Dios, pues leemos: «A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños» (v. 17). Es cierto que Jehová los había entregado en manos del rey de Babilonia, pero esto no impidió que diera comprensión de su mente y propósito a los que le eran fieles.

2.4 - Versículos 18-21

El resultado fue que estos hombres fieles se convirtieron en testigos de Dios, pues leemos que se presentaron «delante del rey». Dios fue fiel a su propia palabra: «Yo honraré a los que me honran» (1 Sam. 2:30). Así sucedió que en todos los asuntos de sabiduría y entendimiento el rey encontró a estos hombres fieles diez veces mejores que todos los hombres del mundo.

Estas cosas se registran seguramente para nuestra instrucción y estímulo. Por mucho que cambien las dispensaciones y las circunstancias, los grandes principios morales de Dios para guiar a su pueblo siguen siendo los mismos. Al igual que el antiguo Israel, la Iglesia ha fracasado por completo como testigo de Dios durante la ausencia de Cristo. Como consecuencia de este fracaso, la Iglesia profesa ha quedado cautiva en una corrupción religiosa que Dios compara con Babilonia.

Pero de nuevo, la Palabra indica claramente que, por grande que sea el fracaso, Dios tendrá individuos fieles –vencedores– que una y otra vez encontrarán su fe severamente probada. Sin embargo, si se proponen en su corazón obedecer la Palabra de Dios para caminar en la fe en Dios, y en la separación de las contaminaciones de las corrupciones alrededor, ellos tendrán la comprensión del pensamiento de Dios, y serán honrados por Dios como testigos para él mismo.

Qué mayor privilegio que tener el pensamiento de Dios y ser en alguna medida un testigo de Dios en medio de una cristiandad corrupta cuyo cielo se ennegrece con las señales del juicio venidero.