El Señor Está Cerca

Viernes
4
Octubre

Hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.

(Gálatas 1:7)

Perturbar al pueblo de Dios

En los tiempos del apóstol Pablo, había falsos maestros en Galacia que intentaban pervertir las buenas nuevas. A pesar de sus esfuerzos, no habían logrado tener éxito, pero sí estaban perturbando a los cristianos en Galacia. Nunca deberíamos sentirnos perturbados si poseemos una fe genuina en Cristo. Aunque las tormentas de la vida nos golpeen y los siervos del enemigo presenten falsas enseñanzas, si mantenemos nuestros ojos fijos en Cristo, nunca seremos perturbados.

Perturbar al pueblo de Dios es algo terrible. Los creyentes son como un rebaño de ovejas que se alimenta en los buenos pastos de la Palabra de Dios. Sin embargo, lamentablemente, hoy en día hay muchos que molestan a las ovejas en lugar de alimentarlas. Algunos aparentan ser buenos pastores del rebaño de Dios, pero con frecuencia predican la Ley en lugar de la verdadera gracia de Dios, como los falsos maestros en Galacia. Aunque quizás no prediquen los Diez Mandamientos como un “medio” para la salvación o como una regla de vida, constantemente dicen a los creyentes: “No manipules, no gustes, no toques” (Col. 2:21 NBLA). El principio es el mismo: la Ley en lugar de la gracia, lo cual perturba al rebaño y no lo alimenta. Aquellos que perturben a las ovejas de Dios, enfrentarán el juicio de Dios, sin importar quiénes sean, ya que esta es la obra del enemigo.

Estos enemigos del verdadero Evangelio buscaban torcer, revertir y distorsionar las verdaderas buenas nuevas enviadas por Dios. Si alguien me dice que debo guardar la Ley para obtener la salvación o como una regla de vida, eso no son las “buenas nuevas”. Es todo lo contrario, son noticias muy, muy malas, ya que no puedo cumplir con la Ley y, por lo tanto, estoy condenado. Esa era la maliciosa obra que estos falsos maestros estaban llevando a cabo entre las asambleas en Galacia. Estaban pervirtiendo las buenas nuevas, es decir, el Evangelio.

G. C. Willis

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