El Señor Está Cerca

Viernes
19
Julio

Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor… se zambulló en el mar.

(Juan 21:7)

La restauración del creyente

Si hacemos un cuidadoso estudio de estos versículos encontraremos en ellos tres diferentes etapas en la restauración de un creyente: la restauración de la conciencia, la del corazón y la de la posición. La primera, la restauración de la conciencia, es de suma importancia. Un cristiano no puede avanzar con una mancha en la conciencia.

Es claro que Pedro poseía esta conciencia restaurada en la conmovedora escena junto al mar de Tiberias. Una sola mirada de Jesús había quebrantado las fuentes profundas de su corazón e hizo brotar un torrente de lágrimas amargas de sus ojos. No obstante, no fueron las lágrimas el fundamento de la restauración de su conciencia. Cuando Pedro oyó que era el Señor, se zambulló en el mar, pues estaba ansioso de llegar a los pies de su Señor resucitado. Había en él una conciencia perfectamente restaurada, una conciencia que se baña en la luz del amor inalterable. La confianza de Pedro en Cristo era sin nubes, y podemos afirmar que esto agrada al corazón del Señor. Al amor le gusta que confíen en él, no lo olvidemos; nadie debe pensar que honra a Jesús manteniéndose alejado de él bajo el pretexto de su indignidad. Sin duda es triste caer, errar o apartarse; pero es aún más triste que quien se ha alejado desconfíe del amor infinito de Jesús y de su deseo de recibirnos nuevamente en su pecho.

Pero el corazón también debe ser restaurado. Puede que la conciencia se halle perfectamente pura con respecto a ciertos actos, mientras que la raíz de estos no ha sido alcanzada. Los actos aparecen en la superficie de nuestra vida, pero las raíces están ocultas en lo profundo de nuestro ser, siendo desconocidas para nosotros y los demás, pero el Señor las ve. El orgullo, la vanidad, la avaricia, la irritabilidad, la ambición son solo algunas, y debemos juzgarlas a fondo. Jesús habló con Pedro en privado para ayudarlo a ver la raíz de su error.

Entonces, con la palabra: “Sígueme”, tan corta, pero de tan amplio alcance, el Señor le abre y traza su camino. Para seguir a Jesús, debemos tener siempre los ojos fijos en él.

C. H. Mackintosh

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