El Señor Está Cerca

Jueves
23
Mayo

Me fue dado un aguijón en mi carne.

(2 Corintios 12:7)

¿Cuál es su aguijón en la carne? (1)

Dios nunca transfiere su propio poder a los suyos. “Una vez habló Dios… que de Dios es el poder” (Sal. 62:11). Si esto es importante en la vida de todos los creyentes en general, cuánto más, si se me permite hacer esta distinción, debe serlo para aquellos que son llamados a presentar la Palabra. Sin embargo, el poder de Dios es necesario para cada servicio y cada acción en la vida de sus hijos, para que así puedan andar y servir en el poder del Espíritu, manifestando la vida del Señor Jesús en sus cuerpos mortales.

Para que la vida del cristiano sea un constante “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20), la disciplina del Padre se ajusta y adapta a cada alma de forma individual. De hecho, creo que este es el motivo por el que no se nos dice cuál era la naturaleza del aguijón de Pablo. No tengo duda alguna de ello, pues Dios, sabiamente, ha considerado oportuno guardar silencio con respecto a ello. Su silencio nos permite discernir un gran principio con respecto a los tratos de Dios. Él utiliza el ejemplo de Pablo para darnos a conocer algo que es aplicable para todos nosotros. ¿Qué cosa? Que cada uno de nosotros tiene un aguijón adecuado a su caso particular, el cual actúa en contra de nuestra tendencia natural, interviniendo para quitarnos toda pretensión de poder y toda supuesta fuerza que imaginamos tener.

Este principio lo vemos en todas partes, pero lo podemos discernir más claramente en nuestra propia historia personal. No siempre es posible que otra persona conozca el aguijón secreto que tenemos clavado. Antes de que podamos ver el propósito de la disciplina (“el fin del Señor”; Stg. 5:11), daríamos el mundo entero por quitarnos ese aguijón. Sin embargo, Dios presiona aquel “aguijón” que, como una estaca, nos clava a la tierra, por así decirlo, volviéndonos totalmente impotentes. Por ejemplo, esto a veces lo podemos ver en matrimonios en yugo desigual. En tales casos, la liberación celestial es retenida, causando un profundo desgaste en el alma, especialmente en aquellos cuya mente es sensible y espiritual; y no hay poder terrenal que pueda aliviar la tristeza. Sin embargo, la gracia de Dios es suficiente.

F. G. Patterson

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