El Señor Está Cerca

Jueves
1
Febrero

Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. Este fue vigoroso cazador delante de Jehová… Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar. De esta tierra salió para Asiria, y edificó Nínive, Rehobot, Cala, y Resén entre Nínive y Cala, la cual es ciudad grande.

(Génesis 10:8-12)

Nimrod y sus ciudades

Nimrod fue un líder. De hecho, muy probablemente haya sido el líder que, antes de que el Señor confundiera los idiomas en Babel, comandó los intentos para construir una ciudad, y una torre cuya cúspide llegara al cielo, buscando así hacerse un nombre (véase Gn. 11:1-9). “Y fue el comienzo de su reino Babel” (es decir, “confusión”), aunque Nimrod, un rebelde, pronto añadió más ciudades a su reino.

Nimrod es llamado “vigoroso cazador delante de Jehová”, una expresión que siempre se utiliza negativamente en las Escrituras. Contrasta vivamente con el oficio de pastor. Muchos líderes piadosos de las Escrituras comenzaron su carrera como pastores. El Señor Jesús se refirió a sí mismo como el Buen Pastor en Juan 10. El cazador es alguien que acaba con la vida de su presa, mientras que el pastor se dedica a proteger su rebaño, alimentándolo y guiándolo, incluso dando su vida por él.

Nimrod construyó un imperio de ciudades aquí en la tierra, ciudades que reflejan su carácter a través de la Palabra de Dios. Babilonia es conocida por su idolatría. Abraham, por el contrario, “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10). Nínive es conocida por su ferocidad y crueldad en el Antiguo Testamento. Nuestro bendito Señor es completamente diferente; el apóstol Pablo habla de “la mansedumbre y ternura de Cristo” en 2 Corintios 10:1.

A lo largo de los siglos, los reinos terrenales han seguido el modelo de Nimrod. Se trata de un modelo de rebelión contra los mandamientos de Dios y engrandecimiento a través de la fuerza y la conquista militar. La ciudad que esperamos pronto descenderá “del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios” (Ap. 21:10-11).

Eugene P. Vedder, Jr.

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