El Señor Está Cerca

Jueves
18
Enero

En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.

(Jueces 21:25)

Los tiempos de los jueces (1) – El triste estado de Israel

Esta es la cuarta y última vez que, en el libro de los Jueces, se expresa que no había rey en Israel. En Jueces 17:6 se relaciona con la negligencia de los hijos de Israel hacia Dios; en Jueces 18:1 con su negligencia hacia el prójimo; y en Jueces 19:1 con su corrupción moral. Mientras que aquí, en el capítulo 21, se relaciona con su condición moral en general.

Veamos con más detalle este versículo y desglosémoslo un poco. Primero: “No había rey en Israel”. Esto nos recuerda que no había ninguna autoridad, nadie ante quien tuvieran que rendir cuentas, ningún límite. Solemos escuchar esto con frecuencia en nuestros días, ya no hay absolutos ni autoridad. Esto es lo que sucede cuando se deja de lado la Palabra de Dios y se ignoran sus enseñanzas. Proverbios 29:18 nos recuerda: “Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley es bienaventurado”. Despreciar la Palabra de Dios tendrá consecuencias: pronto no se tendrá en cuenta la verdad de la Palabra. Nadie preguntará: «¿Qué dice la Biblia?». Entonces, ¡todo vale y los límites son desechados! Vemos esto en 1 Samuel 3, que relata algo que sucedió quizás durante o poco tiempo después de la época de los jueces. Los primeros versículos describen la condición moral de Israel: “la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia”; el sumo sacerdote estaba “acostado en su aposento”, sus ojos comenzaban a oscurecerse, por lo que apenas podía ver que la lámpara de Dios estaba a punto de apagarse (1 S. 3:1-3).

Aunque las condiciones morales puedan ser oscuras a nuestro alrededor y muchos puedan ignorar las Escrituras, Dios no se dejará sin testigos. No dejará que se apague la lámpara del testimonio. Él está buscando a aquellos que quieren volver a su “primer amor” y hagan caso a su exhortación: “Recuerda… de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar” (Ap. 2:4-5).

Tim Hadley, Sr.

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