El Señor Está Cerca

Sábado
24
Julio

¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, y se dieran cuenta del fin que les espera!

(Deuteronomio 32:29)

¿Cuál es el fin del hombre?

La trágica falta de sabiduría de Israel en este asunto es un ejemplo llamativo de la ignorancia que reina en todo el mundo. No es solo una simple falta de conocimiento, sino ignorar lo que se puede saber fácilmente. Los hombres son lo suficientemente sabios como para considerar el efecto que tendrán sus decisiones actuales dentro de 10 años más. Están preocupados por la seguridad de su trabajo. Se preocupan de contratar un seguro adecuado para protegerse en caso de un incendio, un accidente o problemas de salud. Forman organizaciones por miedo a una guerra nuclear, a la contaminación de la atmósfera, a la radiación, a los estupefacientes o a los micro­bios—¡todo para protegerse en vistas de su futuro en un mundo que tambalea confundido!

¿Pero qué hay del "fin" del hombre? Israel se había olvidado imprudentemente de esto y no mostró interés por las palabras de Dios que iban más allá de su futuro inmediato. Sucede lo mismo con los hombres en la actualidad, ignoran las claras enseñanzas de la Palabra de Dios sobre su futuro eterno.

La vida natural del hombre tiene un final, independientemente de las medidas adopte al respecto. El médico puede decirle que su muerte es inminente, pero nunca pensó en prepararse para ello; no conoce el gran plan de Dios a su favor, y tampoco se ha preocupado por descubrirlo. ¿Por qué el hombre carece de tanta sabiduría sobre una cuestión de tal importancia, cuando al mismo tiempo es sabio sobre cuestiones de menor valor?

No debe preocuparse solo por su vida natural, que de todos modos la perderá; debe preocuparse por recibir la vida eterna de parte de Dios. Puede tener vida eterna por la fe en Jesucristo, quien nos dice: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). Si alguno desea ser sabio, entonces tómese esto a pecho y encuentre la vida eterna ahora.

L. M. Grant

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