Esta es una nueva creación


person Autor: William C. REID 8

flag Temas: La creación La nueva creación, la regeneración


La obra de Dios en creación nos está presenta en diferentes partes de las Escrituras, cada una de las cuales menciona una característica particular para nuestra instrucción. El Génesis da cuenta de la Creación y de cómo Dios prepara la tierra para que el hombre la habite, con una conmovedora sencillez divina para instruir, edificar y deleitar a todo hijo de Dios. Para el creyente, estas firmes afirmaciones silencian las voces infieles que enturbiarían nuestra comprensión de Dios y de sus obras, y nos llevarían a especulaciones y teorías de la pobre mente del hombre. Proverbios 8 habla de una Persona, presentada como la Sabiduría, que vela sobre la construcción de lo que iba a ser la morada del hombre, en la que él, el Hijo amado de Dios, sería el Hombre que llevaría a cabo la voluntad de Dios para bendición de los que serían sus compañeros en la tierra y en el cielo para la eternidad.

1 - La creación: La obra del Hijo de Dios

De las 3 Personas de la Divinidad, la creación está atribuida al Hijo. Los hombres aprovecharon la venida del Hijo en forma de hombre para deshonrarle, pero Dios tuvo cuidado de honrar a su Hijo. Una de las formas en que lo hizo fue revelando que fue el Hijo de Dios quien trajo la creación a la existencia. En el Nuevo Testamento, este hecho bendito nos llama la atención 3 veces. En Juan 1, dice: «Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada de lo creado fue hecho» (él: el Verbo, el Hijo; v. 3). En Colosenses 1, Pablo observa: «Todas las cosas fueron creadas por medio de él y para él». Juan contempla la inmensidad de la creación. Pablo, en la Epístola a los Colosenses, se ocupa especialmente de las esferas de dominio y gobierno ordenadas, que deben su existencia al Hijo del amor del Padre: «Sean tronos, o dominios, o principados, o potestades» (v. 16). La Epístola a los Hebreos revela que Dios creó los mundos por medio del Hijo: «por medio de quien también hizo el universo» (1:2). Es el universo el que está ante el Espíritu de Dios en estos versículos. El propósito de la creación, según Efesios 3:9-10, es dar a conocer ahora a los principados y potestades en los lugares celestiales la multiforme sabiduría de Dios por medio de la Asamblea. El capítulo 4 del Apocalipsis muestra que todas las cosas fueron creadas por la voluntad de Dios.

2 - La necesidad de una nueva creación

Si Dios habla en su Palabra de una «nueva creación» (véase 2 Cor. 5:17), significa ciertamente que no está satisfecho con la creación actual. La Escritura lo confirma abundantemente, pues todo lo que estaba relacionado con Adán quedó arruinado por su caída. Esto se enseña en Romanos 8, donde está escrito: «Porque la creación fue sometida a vanidad, no por su propia voluntad, sino a causa de aquel que la sometió, con la esperanza de que también la misma creación sea liberada de la servidumbre de corrupción… Toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora» (v. 20-22). El hombre natural nunca podrá curar los males de la creación; todos sus planes y actividades nunca quitarán el suspiro de la creación, pero Cristo acallará ese suspiro cuando, en su venida, los hijos de Dios serán manifestados con él.

3 - La ruina de la antigua creación

De Adán salió una raza de hombres, ligados a él por las consecuencias que trajo su caída; todos son pecadores por naturaleza y en los hechos. Caín, el primogénito de Adán, manifestó la terrible maldad que reside en la naturaleza caída del hombre cuando mató a su hermano y se dirigió ofensivamente a Dios, que lo confrontaba con su crimen. La desobediencia, observada en Adán y Eva, el odio, la insolencia y la violencia mostrados por Caín, como parte de la corrupción producida por la naturaleza caída del hombre, pronto hicieron que el mundo fuera tan perverso que Dios tuvo que purificarlo mediante el diluvio.

4 - La desaparición del viejo mundo y el comienzo del nuevo mundo

El apóstol Pedro nos dice en su Segunda Epístola que Dios «no perdonó al antiguo mundo» (2:5) cuando trajo el diluvio, y también hace la distinción entre «el mundo de entonces» y «los cielos y la tierra de ahora» (3:6-7). Desgraciadamente, el mal comportamiento de Noé pronto reveló la debilidad e incapacidad del hombre para gobernarse y gobernar lo que Dios había puesto bajo su mano. Aunque Dios había dado al hombre un nuevo mundo, moralmente seguía siendo de la vieja creación, pues, aunque la tierra había sido purificada, la naturaleza caída del hombre no había sido cambiada. Cada nueva generación, cada nueva manera en que Dios trata con los hombres, solo prueba la incorregibilidad del hombre pecador, y la ruina irremediable de la vieja creación. La soberanía fue degradada por Noé, el sacerdocio fue mancillado por los hijos de Aarón, el juicio fue pervertido por los hijos de Samuel, la realeza fue deshonrada por los hijos de David, los reyes de Israel y los grandes monarcas gentiles. La maldad del hombre llegó a su apogeo con el rechazo y la crucifixión del Hijo de Dios, la cruz exponiendo la inmensidad de la culpa del hombre y sellando para siempre el juicio del mundo sobre el hombre.

4.1 - Dios actúa – Entre las ruinas de la antigua creación

Cuando los judíos persiguieron al Señor Jesús por haber curado a un hombre impotente en sábado, él les respondió: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo» (Juan 5:17). Desde el momento en que el descanso de Dios fue roto por la entrada del pecado en el mundo, Dios se puso de nuevo a trabajar para introducir una nueva creación, que el pecado no podía mancillar ni arruinar. De acuerdo con las actividades de su Padre, el Hijo de Dios vino al mundo para obrar en gracia, trabajando para establecer un reino donde Dios podría descansar en su amor y donde nada malo entristeciera su corazón. Reveló al Padre en una vida de trabajo incansable. Reunió en torno a sí a los que el Padre le había dado fuera de este mundo. Con su gran obra redentora, el Hijo de Dios sentó las bases para la introducción de un mundo nuevo según los consejos del Padre. Allí, la gloria de su nueva creación podría ser manifestada en los que antes eran pecadores alejados de Dios.

4.2 - Dios actúa – Preparando vasos para la gloria

Según las riquezas de la gracia de Dios, su gloria se manifestará en vasos de misericordia (Rom. 9:23); aquellos que son formados y transformados por el poder divino para su propia presencia y preparados para ser los compañeros de su amado Hijo. Aun ahora, mientras pasan por este mundo, los santos de Dios poseen en sus vasos de barro un maravilloso tesoro celestial, «para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo» (2 Cor. 4:6). Pero pronto lo que Dios ha obrado en ellos será llevado a una «casa no hecha de manos, eterna en los cielos» (2 Cor. 5:1). Dios ya ha obrado en los santos para su glorioso destino, y esta obra divina los ha introducido ahora en espíritu en la nueva creación, donde “todas las cosas son de Dios”. En medio de las ruinas de la vieja creación, Dios trabaja para la nueva creación, formando y moldeando los vasos que presentarán su gloria y las inmensas riquezas de su gracia en los siglos venideros. Con respecto a las columnas del templo en las que estaba inscrito el testimonio de Dios, y a otros vasos e instrumentos de servicio, leemos: «Los fundió el rey en los llanos del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y Seredata» (2 Crón. 4:17).

4.3 - Dios actúa – Preparando los vasos del testimonio

La obra de la nueva creación de Dios no es solo para el día venidero, sino que tiene como propósito la manifestación presente de su gracia, como se afirma en Efesios 2:10: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios había preparado de antes para que anduviésemos en ellas». Las buenas obras nunca pueden ser producidas por el hombre en la carne; pero aquellos en quienes Dios ha obrado en Cristo tienen, por gracia, la capacidad divina de obrar para la gloria y la complacencia de Dios. Creados «en Cristo», participamos del carácter de Cristo y somos así capaces de manifestar los rasgos de su gracia y belleza. ¡Cuán magnifica esto el triunfo de Dios! Satanás probablemente pensó que había ganado una victoria completa cuando los hombres, sus instrumentos, crucificaron voluntariamente al Hijo de Dios. Pero Dios resucitó a Cristo de entre los muertos, lo elevó al cielo y obró en los hombres, formando vasos de la nueva creación en los que manifiesta los mismos bellos caracteres que fueron manifestados en su perfección y plenitud en Jesús en la tierra.

5 - Las nuevas relaciones

El tema de la nueva creación, en 2 Corintios 5, está introducido por estas palabras: «Desde ahora, a nadie conocemos según la carne; y si incluso a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que, si alguno está en Cristo, nueva creación es» (v. 16-17). Según la carne, el Señor Jesús era de la simiente de David, y aunque reinará todavía como Hijo de David, las relaciones en este linaje fueron establecidas para siempre cuando él murió. En la cruz, le dijo a su madre: «Mujer, he ahí tu hijo», y a Juan: «He ahí tu madre» (Juan 19:26-27). Este fue el final de la relación del Señor Jesús habiendo participado de sangre y carne. Esto se puso aún más de relieve cuando, en su resurrección, dijo a María Magdalena: «No me toques, porque todavía no he subido al Padre; pero vete a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios» (20:17). Estas palabras no solo dicen que las antiguas relaciones han desaparecido, sino que también revelan que los discípulos de Cristo son llevados a una nueva asociación con él, y a nuevas relaciones con el Padre. En Juan 15, el Señor Jesús había hablado a los discípulos del lugar privilegiado de intimidad que ellos tenían como sus amigos, pero solo después de haber entrado en las nuevas condiciones de la vida de resurrección pudo llamarlos sus hermanos.

6 - «Las cosas viejas pasaron, he aquí que todas las cosas han sido hechas nuevas» (2 Cor. 5:17)

Las cosas mancilladas y corrompidas por los hombres en la vieja creación no tienen emplazamiento en la nueva creación, pues nada en ella jamás puede echarse a perder. En este nuevo reino, todo es enteramente nuevo; no es un nuevo comienzo con cosas estropeadas por el pecado, sino que todo es nuevo en naturaleza y carácter, y todo procede de Dios. Nada que el hombre haya concebido o imaginado tiene cabida en este nuevo orden de la creación divina; todo es espiritual y celestial. La vida y las relaciones no son según la carne; los afectos son puros y santos; los gozos, las bendiciones, las riquezas y las glorias pertenecen al cielo. De la nueva creación provienen pensamientos y sentimientos que encuentran su deleite en Dios y en todo lo que le pertenece. La disposición de la mente renovada y los deseos del corazón van hacia cosas que el hombre natural nunca ha conocido. Ni un solo principio del mundo, del hombre, se encuentra en la nueva creación, nada de su filosofía o cultura, ningún ornamento de sus ciudades, ni ninguna de las atracciones que cautivan los corazones de los hombres.

7 - La reconciliación y la nueva creación

Para llevarnos al goce actual de la nueva creación, Dios nos ha reconciliado consigo por medio de Jesucristo. Dios se ha aproximado del hombre en la encarnación, pero esto nunca pudo lograr la reconciliación; la cruz era absolutamente necesaria para acercar al hombre a Dios. Dios nos vinculó a él mediante la muerte de su Hijo, derramando su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado, y eliminando así por completo la enemistad que existía antes. Como elaboraciones de Dios, hemos sido llevados a una relación correcta con él por su gracia. Ahora somos libres para descubrir las maravillas de la nueva creación que se centra en su amado Hijo. Con todos los santos, tenemos el privilegio de contemplar la inmensa extensión de las riquezas de la gloria del Padre: «la anchura, la longitud, la altura y la profundidad» (Efe. 3:18) sabiendo que «tenemos acceso por un solo Espíritu al Padre» (Efe. 2:18). Los creyentes judíos y gentiles, juntos, han sido reconciliados con Dios en un solo Cuerpo, un vaso en el que Dios despliega ahora su multiforme sabiduría, y en el que desplegará su gloria ante el universo durante la eternidad.

8 - Un hombre en Cristo

En la Segunda Epístola a los Corintios, Pablo habla de las experiencias de un «hombre en Cristo» (12:2). Antes, había escrito: «Si alguno está en Cristo, nueva creación es» (5:17). Ahora, él se considera en espíritu como un hombre en el cielo, en el Paraíso de Dios, donde hay todo lo que puede alegrar el corazón del hombre nuevo. Allí, donde todo es de la nueva creación, el hombre en Cristo ha oído cosas que no puede expresar en la tierra. Estas son las cosas que pertenecen al cielo, donde estaremos «en la Casa». Nuestra condición actual, en carne y hueso, nos impide conocer la plena bendición de todo lo que Dios nos ha dado en Cristo, pues aquí solo vemos «borrosamente» (1 Cor. 13:12). Ahora podemos conocer muchas cosas, las cuales Dios nos ha dado gratuitamente, que «ojo no vio, ni oído oyó, y no subió al corazón del hombre», «Dios nos las ha revelado por su Espíritu» (1 Cor. 2:9-10). Conocemos los gozos de las nuevas relaciones, y saboreamos la bendición de los afectos divinos; nos regocijamos en todos los propósitos de Dios revelados; pero aparte del pleno conocimiento de estas cosas, están las cosas del Paraíso de Dios que no pueden ser conocidas hasta que estemos «en la Casa» allí.

8.1 - El nuevo hombre – Su creación

Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, toda su trayectoria deleitó el corazón de su Dios y Padre. Hubo la declaración única: «Este es mi amado Hijo, en quien tengo complacencia» (Mat. 3:17), manifestando lo que Jesús era para el corazón de su Padre. Este lugar del Hijo amado del Padre era la relación eterna de Jesús en la que nadie podía participar; sin embargo, comunicada su vida a nosotros por gracia, hemos sido introducidos en esa filiación, pues esa relación le pertenece no solo como Persona divina, sino también como Hombre. Sin embargo, como Hombre, el Hijo de Dios debía ser «en todo semejante a sus hermanos» (Hebr. 2:17). Era un Hombre de otro orden, «el segundo hombre es del cielo» (1 Cor. 15:47). El propósito de Dios era tener una raza de hombres todos semejantes al Hombre del cielo, y esta raza se manifiesta en el «nuevo hombre» (véase Efe. 4:24). A causa de la Ley, el judío y el gentil eran hombres diferentes, diferentes en su relación con Dios, diferentes en su perspectiva, sus ceremonias religiosas y sus hábitos de vida; estas diferencias se mantenían en los mandamientos y ordenanzas de la Ley. Pero ni los judíos ni los gentiles podían satisfacer a Dios, por lo que quiso tener ante sí a un hombre completamente nuevo con las características de Cristo. Este hombre nuevo fue creado según Dios en justicia y santidad de verdad (Efe. 4:24), y en él no hay «griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es todo y en todos» (Col. 3:11). No solo las distinciones entre estas diferentes clases de hombres no se encuentran en el nuevo hombre, sino que ninguno de sus rasgos distintivos se encuentra en él. Todos sus rasgos proceden de Cristo, y Cristo es la vida de todos los que participan de este nuevo hombre creado.

8.2 - El nuevo hombre – Su testimonio

En Efesios 4, después de la revelación del hombre nuevo creado según Dios, aparece esta exhortación a los santos: «Por tanto, desechada la mentira, hablad la verdad cada uno con su prójimo» (v. 25). De esta exhortación, y de los versículos siguientes, aprendemos que las características del nuevo hombre deben manifestarse en todo nuestro trato con todos los hombres. Luego siguen las exhortaciones a los santos acerca de su conducta en los círculos familiares y de negocios; pues es allí donde también deben manifestarse los bellos rasgos del hombre nuevo. Por último, en la batalla, revestidos de toda la armadura de Dios, es decir, de los caracteres distintivos del hombre nuevo, debemos resistir al día malo según la voluntad de Dios. En todos los ámbitos en los que Dios nos ha colocado para él, debemos dar testimonio y mostrar que los rasgos del hombre nuevo son los rasgos de Cristo.

9 - La manifestación de la nueva creación

El propósito de Dios al vivificar a los santos y colocarlos en Cristo en los lugares celestiales es para «mostrar en los siglos venideros la inmensa riqueza de su gracia, en su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús» (Efe. 2:7). Esta es la manifestación de la gracia en gloria; y para este propósito Dios erige un templo, un santuario, en el cual su santa naturaleza y carácter resplandecerán en aquellos a quienes ha unido a Cristo. La Iglesia, en este vaso de gloria, está referida en Efesios 2:21 como «un templo santo en el Señor» y en Apocalipsis 21 como «la novia, la esposa del Cordero… la santa ciudad… teniendo la gloria de Dios» (v. 9-11). Hoy, los hombres proclaman en voz alta sus planes para la introducción de una edad de oro que sus esfuerzos nunca podrán asegurar. Y la iglesia profesa, de la que Cristo está a la puerta, se jacta de sus progresos y grandes logros. Mientras tanto, Dios está construyendo silenciosamente su edificio celestial para aquellos que le pertenecen por la muerte de su Hijo. Este notable edificio es la corona misma de la obra de Dios, y mucho después de que todo edificio humano haya perecido para siempre, esta gloriosa Iglesia, concebida en la sabiduría divina y formada por el poder de Dios, permanecerá en pie en la manifestación eterna de su amor y gloria en la nueva creación.

10 - La regla de la nueva creación

Después de exponer en la Epístola a los Gálatas los peligros del principio de la Ley para el cristiano, y cómo todo lo que Dios nos ha dado es por la fe y en su gracia soberana, Pablo escribe: «Porque ni la circuncisión es algo, ni la incircuncisión, sino la nueva creación. Y a todos los que viven según esta regla, paz sobre ellos y misericordia, y sobre el Israel de Dios» (Gál. 6:15-16). Israel se enorgullecía de la ley con sus ritos y ceremonias, pero estas cosas, que eran para el hombre en la carne, carecen de valor a la luz de la nueva creación. Este antiguo orden, que suponía que el hombre era capaz de obtener la bendición divina, ha sido anulado por la cruz de Cristo. Un orden completamente nuevo ha sido revelado por el Espíritu Santo en conexión con Cristo resucitado y glorificado a la diestra de Dios en el cielo. Aquellos que caminan según la regla de la Ley, que es por lo que se esforzaban los gálatas, nunca podrán encontrar la paz; la paz es para aquellos que caminan según la regla de la nueva creación, que no confían en sus propios esfuerzos, sino en la misericordia soberana y en la gracia de Dios. Que podamos vivir, pues, por la fe en el Hijo de Dios, buscando las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios, y seamos bendecidos como caminando según la regla de la nueva creación.