Un encuentro en el pozo de Jacob


person Autor: Daniel MELUI 1


«Y le era necesario pasar por Samaria… Y el pozo de Jacob estaba allí. Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber» (Juan 4:4-7).

Una escena conmovedora nos es presentada: El Señor Jesús, cansado de un largo viaje, se sienta junto al pozo de Jacob para encontrarse con una mujer samaritana que vive en pecado. El cansancio y la sed del Señor muestran lo plenamente humano que era. El que creó las aguas y llamó a los mares a la existencia no hace un milagro para saciar su sed, sino que pide a una mujer pecadora que le dé de beber.

La manera de actuar del Señor Jesús para encontrarse con esta mujer y entablar una conversación nos ofrece lecciones inestimables.

1 - El Señor desea encontrar a esta mujer

El Señor Jesús buscó el encuentro con la mujer samaritana. Quería y, en realidad, necesitaba encontrarse con ella para saciar la sed de su alma para siempre y para enseñarle –como a nosotros– importantes lecciones sobre el culto cristiano. Eligió su camino para encontrarse con esta mujer, aunque tuviera que pasar por Samaria, una región despreciada por los judíos.

Pregunta para nosotros: ¿Buscamos el encuentro con la gente para compartir con ellos el Evangelio o las verdades cristianas, incluso si ello supone un desvío o un viaje más largo?

2 - El Señor va donde está la mujer

El Señor Jesús buscó a la mujer donde estaba. No esperó a que ella se acercara a él, sino que fue hasta donde estaba. Así como el pastor busca a la oveja perdida hasta encontrarla, el Buen Pastor buscó a esta mujer perdida hasta encontrarla. Conocía todas sus costumbres y sabía que ella vendría al pozo a buscar agua. Y allí la esperó hasta que llegó.

¿Salimos al encuentro de las personas donde están o esperamos a que vengan a nosotros?

3 - El Señor se toma su tiempo

El Señor Jesús tomó el tiempo necesario para esta mujer. Se sentó junto al pozo y esperó a que viniera. Y cuando hablaba con ella, respondía a todas sus preguntas y necesidades. Invirtió el tiempo necesario para llegar a su corazón y a su conciencia. En el transcurso de la conversación, la llevó a ver su vida pecaminosa a la luz de Dios y le abrió los ojos para reconocer quién era.

¿Nos tomamos el tiempo de responder a las preguntas y problemas de nuestros semejantes? ¿Estamos dispuestos a invertir el tiempo necesario para llegar a sus corazones y sus conciencias?

4 - El Señor proporciona una atmósfera apacible

Con el propósito de hablar a la samaritana, solo y sin ser molestado, y quizás también para protegerla de posibles preguntas y comentarios embarazosos de los discípulos, el Señor se aseguró de que ninguno de sus discípulos estuviera presente cuando habló con ella. Todos los discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. Cuando volvieron, aunque se sorprendieron de que estuviera hablando con una mujer, no hicieron preguntas (v. 27).

¿Buscamos una conversación tranquila con nuestros semejantes cuando se trata de satisfacer sus necesidades y angustias? ¿Buscamos crear un ambiente para conversar tranquilamente?

5 - El Señor encuentra un motivo de conversación

La mujer samaritana se acercó al pozo para sacar agua. El Señor aprovecha para pedirle que le dé de beber. No comienza la conversación con un pedido que ella no puede satisfacer, sino con una petición que ella podía entender y responder. Aunque el Señor se ocupaba principalmente de la sed del alma, hace la conexión con la sed natural.

¿Buscamos conversar con nuestros semejantes estableciendo conexiones con lo que les interesa y les resulta familiar? ¿Hablamos de manera que nos entiendan?

6 - El Señor comienza la conversación con una petición

Cuando la mujer se acerca al pozo, el Señor le dice: «Dame de beber». Puesto que es él quien ha creado el agua y manda al viento y a las olas, podría haber iniciado la conversación de otra manera. Pero en su humildad, elige un camino rebajándose al hacer un pedido.

¿Cómo vamos al encuentro de nuestros semejantes? ¿Vamos con superioridad o nos ubicamos con humildad frente a ellos?

7 - El Señor habla al corazón y a la conciencia

El Señor Jesús tocó el corazón y la conciencia de esta mujer que vivía en pecado. Después de tocar su corazón y llevarla a pedir agua viva, puso su conciencia en la luz de Dios (v. 15-16). La cuestión del pecado en su vida tenía que ser resuelta según Dios antes de que él pudiera darle agua viva. Solo puede haber una relación viva con el Señor Jesús cuando el corazón y la conciencia han sido alcanzados.

¿Estamos dispuestos a tocar los corazones y las conciencias de los que nos rodean? ¿Nuestras palabras son «siempre con gracia, sazonada con sal»? (Col. 4:6).

8 - El Señor llega a su objetivo

A pesar de las muchas digresiones y preguntas de la mujer, el Señor condujo el curso de la conversación para que ella finalmente lo reconociera como el Mesías. Después de que el Salvador habló siete veces, la mujer dejó su cántaro de agua y se fue a la ciudad, diciendo a la gente: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿Será acaso este el Cristo?» (v. 29) Más tarde, la gente de Sicar testificó que Cristo era «el Salvador del mundo» (v. 42) –y la mujer del pozo de Jacob compartió de todo corazón su opinión.

En las conversaciones con nuestros semejantes, ¿vamos a lo esencial o nos perdemos en trivialidades?

¿Nuestro objetivo es llevar nuestros semejantes a Cristo?

9 - Resumen

El encuentro del Señor Jesús con la mujer samaritana en el pozo de Jacob es muy instructivo. Retengamos los siguientes puntos:

  • Buscar el contacto con personas individuales.
  • Buscar a las personas allí donde están.
  • Dedicar tiempo en responder a sus preguntas y necesidades.
  • Asegurarse de que la conversación se desarrolla en un ambiente tranquilo.
  • Encontrar un punto de partida adecuado.
  • Ir al encuentro de las personas con un espíritu de humildad.
  • Intentar llegar a sus corazones y conciencias.
  • No usar desvíos, ¡presentar a Cristo!

Sobre todo, seamos conscientes de que necesitamos ser guiados por el Espíritu Santo y ser dependientes de nuestro Señor Jesús, pues solo él tiene la sabiduría y el conocimiento necesarios de los corazones y de las conciencias. ¡Solo siendo conducido por él que podremos ser útiles!

Traducido de «Le Messager Évangélique», año 2022, página 28