Cristo, Cabeza de la Iglesia, lo que significa


person Autor: John Nelson DARBY 85

flag Tema: Cristo, Cabeza/Jefe de la Iglesia


1 - ¿Tiene Cristo realmente autoridad sobre nuestras almas?

Una pregunta importante para todos los que hemos creído en Jesucristo es esta: ¿Es Cristo nuestro Jefe, nuestra cabeza en todas las cosas? Por esto puedo medir el grado de autoridad que Jesús ejerce sobre la Iglesia, es también por esto que mi alma determina la medida de mi estado moral en cuanto a mi caminar.

2 - El ejemplo de Cristo haciendo la voluntad de Dios

La obediencia de Jesús a Dios determinó la medida de su valor para Dios. Cristo siempre reconocía a Dios como su Jefe, de modo que su alimento no era otro que hacer la voluntad de Dios.

3 - La desobediencia de la Iglesia acarrea una gran miseria

La perfecta obediencia de Jesús a su Jefe le mantuvo invariablemente en el goce de su amor; en cambio, la desobediencia de la Iglesia, o de un alma a la autoridad de su Jefe, es la causa de todos los males o miserias que nos acontecen.

4 - La importancia de reconocer la autoridad de Cristo

Lo más importante para el cristiano es reconocer a Cristo en toda la extensión de la autoridad que Dios le ha dado, y esto para nuestro mayor bien. ¿Qué hay más precioso para el cristiano que la obediencia hacia aquel que tiene a Dios por Jefe, y que nunca se desvía en la perfección de su armonía con él? Ser uno en la práctica con Jesús, que es uno con el Padre, ¿no es el goce presente de la felicidad de Dios, sobre el principio de la unidad que él ha establecido para la Iglesia?

5 - No sujetarse firmemente a la Cabeza es perjudicial

Un miembro del Cuerpo que no actúa bajo la dirección de la Cabeza solo puede ser ocasión de desdicha y confusión para todo el Cuerpo. Se necesita la inteligencia del hombre espiritual para permanecer en su lugar; la obediencia a Cristo siempre puede mantenernos allí. La actividad nociva en la Iglesia tiene su origen en apartarse de este principio: «no teniéndose con firmeza a la cabeza» (Col. 2:19). La actividad bendita para el Cuerpo está vinculada al mantenimiento de este mismo principio (véase Efe. 4:15-16).

Cuando la unidad del Cuerpo está prácticamente rota o negada, el resultado para el Cuerpo es necesariamente un mal sin fin; sin embargo, cada miembro que permanece fielmente sujeto a la Cabeza conserva en principio la unidad del Cuerpo.

Traducido de «Le Messager Évangélique», año 1924, página 187