Las dos casas

Mateo 7:24-27; Lucas 6:47-49


person Autor: Christian BRIEM 20

flag Tema: Las parábolas


1 - Un nuevo contraste

El Señor termina su enseñanza a sus discípulos en el sermón del Monte con una parábola importante, la de las “dos casas” (Mat. 7:24-27; Lucas 6:47-49). Justo antes, había hablado de 2 puertas y 2 caminos, 2 clases de árboles y 2 clases de profesos, y había mostrado que solo los que hacen la voluntad de su Padre pueden entrar en el reino de los cielos. Por el contrario, a los que se limitan a decir buenas palabras («¡Señor, Señor!»), pero no las ponen en práctica, no les espera más que el juicio. A pesar de todo lo que han «hecho» en vano «en su nombre», tendrán que oír de su boca las palabras: «¡Nunca os conocí! ¡Apartaos de mí, obradores de iniquidades!» (7:23).

Profesar exteriormente ser de Cristo, sin someterse a la voluntad revelada de Dios, no solo prueba la falsedad de la profesión, sino que conduce a la ruina eterna.

En la parábola con la que concluye el sermón del monte, el Señor resume una vez más todo el ámbito de la profesión cristiana. Coloca frente a frente a los verdaderos y a los falsos, y con ello muestra un contraste distinto al visto anteriormente. Ya no se trata de “decir” o “hacer”, sino de «oír» y «hacer».

«Por tanto, todo aquel que oye estas palabras mías, y las cumple, será comparado a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron vientos, dieron con ímpetu contra aquella casa y no cayó; porque estaba fundada sobre la roca. Pero todo aquel que oye estas palabras mías, y no las cumple, será comparado a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron vientos, dieron con ímpetu contra aquella casa y se derrumbó; y grande fue su ruina» (Mat. 7:24-27).

No es cuando hace buen tiempo cuando averiguamos si una casa ha sido bien o mal construida: en esas condiciones, todas las casas son iguales. Solo cuando las fuerzas de la naturaleza se abaten violentamente sobre una casa que se pone a prueba su calidad. Hay que señalar que, según las palabras del Señor, la casa se pone a prueba por tres lados. Un aguacero torrencial (las lluvias como torrentes son típicas en Israel) cae sobre la casa desde arriba. Corrientes de torrentes, formadas inesperadamente, socavan la casa por debajo, y vientos tempestuosos la atacan por los costados. Si, en estas condiciones, la casa no está construida sobre cimientos sólidos, está perdida irremediablemente. ¡Qué impresionante y preciso cuadro práctico describe aquí el Señor!

2 - El hombre prudente

El Señor distingue ahora entre el hombre prudente y el hombre insensato. El prudente se distingue porque «oye estas palabras mías, y las cumple». Con ello, construye su casa «sobre la roca». Veremos lo que esto significa, pero antes veamos esta expresión concreta «estas palabras mías».

2.1 - La divinidad de Jesús

El Señor Jesús había dicho antes: «No todo aquel que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mat. 7:21). Y ahora añade: «Todo aquel que oye estas palabras mías, y las cumple, será comparado a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca» (Mat. 7:24). Comencemos por señalar esto: El constructor no es juzgado por el cuidado que pone en la edificación de su casa, sino por la naturaleza de los fundamentos sobre los que la construye. Y el Señor no deja lugar a dudas sobre lo único que puede ser el fundamento adecuado: Sus palabras. En última instancia, equivalen a la voluntad de su Padre.

Al poner en pie de igualdad sus palabras y la voluntad de su Padre, el Señor Jesús afirma ser igual al Padre que está en los cielos. Esta es una fuerte afirmación de su divinidad, porque solo Dios puede hablar así; solo una Persona que es Dios puede dar tal peso a sus propias palabras. Y, en efecto, los 2 están en pie de igualdad: las palabras expresan la voluntad, y la voluntad consiste en obedecer a las palabras.

Las multitudes que le escuchaban sentían la especial autoridad con que les hablaba. Al final del capítulo se dice: «Sucedió, cuando Jesús acabó estas palabras, que la multitud se asombraba de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mat. 7:29). La divinidad de Jesús se manifestaba en todo lo que decía.

2.2 - Escuchar y hacer

Parece que el énfasis en la disposición a obedecer es mayor en Lucas que en Mateo, pues en Lucas se añaden algunas palabras que no se mencionan en Mateo: «El que viene a mí…» (6:47). En el cuadro del hombre insensato, el Señor tampoco utiliza estas palabras adicionales en Lucas. Pero el hombre prudente acude primero al Señor, y luego sigue el resto.

El contraste entre «escuchar» y «hacer» –o «escuchar» y «no hacer»– se subraya varias veces en la Sagrada Escritura. Es demasiado fácil escuchar las palabras de Dios y no hacer nada con ellas. Si usted quiere ser bendecido, escuchar es solo el primer paso, y hacer es el segundo. De lo contrario, no solo aumenta la responsabilidad personal, sino que de alguna manera también sigue el juicio. Porque no prestar atención a las palabras de la máxima autoridad en el cielo y en la tierra no solo es el colmo de la insensatez, sino también de la negligencia y la incredulidad.

El profeta Ezequiel da un ejemplo grave de “escuchar y no hacer”. Dios debe haber estado diciendo algo a este hombre fiel acerca de su pueblo terrenal –acerca de un peligro que enfrentamos hoy también: «Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obraoirán tus palabras, pero no las pondrán por obra» (Ez. 33:31-32). El versículo siguiente anuncia también el juicio que seguirá: «Cuando ello viniere (y viene ya), sabrán que hubo profeta entre ellos» (Ez. 33:33).

También Santiago, en su Epístola, nos previene contra ser «oidores olvidadizos»: «Poned la palabra en práctica y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra y no hacedor, este es semejante a un hombre que observa su rostro natural en un espejo; porque se considera a sí mismo y se marcha, y luego olvida cómo era. Pero el que mira fijamente en la ley perfecta, la de la libertad, y persevera, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será dichoso en lo que hace» (Sant. 1:22-27).

En la carta a Laodicea, el Señor Jesús se sitúa fuera del sistema religioso de un cristianismo tibio y liberal, y llama a la puerta del corazón de cada uno de los suyos que todavía pueda estar allí: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, cenaré con él, y él conmigo» (Apoc. 3:20).

Que esto quede grabado profundamente en nuestros corazones: escuchar la voz del Señor Jesús es una cosa, abrirle la puerta es otra. La bendición que sigue a abrirle la puerta es incomparable: ¡la comunión con aquel que nos ama de un modo tan inexpresable! ¿Puede haber algo más precioso?

Además, escuchar las palabras del Señor y seguirlas no solo trae bendición, sino que también es una cuestión de prudencia. El Señor describe al hombre que hace esto como “prudente, inteligente”. El significado básico de la palabra griega es «atento, reflexivo». Este hombre piensa en el futuro, piensa en que vendrán tormentas y torrentes. Por eso es prudente y sensato cuando organiza la construcción de su casa en consecuencia.

El Señor Jesús también utiliza la palabra “prudente” en otros contextos, como nos muestra nuestro evangelista. Los discípulos deben ser prudentes como serpientes (Mat. 10:16); y en otras 2 parábolas llama «prudentes» a ciertas personas: al esclavo fiel y prudente (en contraste con el esclavo malvado) y a las vírgenes prudentes (en contraste con las vírgenes necias), en capítulos 24:45 y 25:2 y siguientes.

2.3 - La casa construida sobre la roca

¿Qué hace el «hombre prudente» de nuestra parábola? Busca un fundamento sólido para su casa, construye «sobre la roca».

Para la fe, hay muchos obstáculos que superar, muchas ideas y tradiciones humanas que despejar. Esto es lo que expresa el Evangelio de Lucas cuando dice: «Es semejante a un hombre que edificó una casa, cavó, ahondó, y echó el cimiento sobre la roca» (Lucas 6:48). Cavar y cavar hondo muestran la seriedad con la que el hombre se puso a trabajar.

En cualquier caso, cada uno de nosotros está construyendo “su propia casa” y, en otro sentido, ya la ha construido. En lugar de la palabra «casa», también podemos decir vida, felicidad, futuro, esperanza, seguridad. Se trata de encontrar un cimiento fiable para nuestra vida, nuestra felicidad, nuestro futuro y nuestra seguridad, un fundamento que pueda soportar las cargas del tiempo y del futuro, que permita que nuestra vida perdure en el tiempo y en la eternidad. Este fundamento está formado por las palabras del Señor, la Palabra de Dios. Aunque pasen el cielo y la tierra, sus palabras no pasarán (Mat. 24:35). Apoyarse en estas palabras por fe es construir la «casa» sobre roca.

La primera aplicación de esta construcción de casa es la eternidad. Esto nos trae a la memoria las palabras del Señor en Juan 5: «Quien oye mi palabra, y cree a aquel me envió, tiene vida eterna, y no entra en condenación, sino que ha pasado ya de muerte a vida» (Juan 5:24). En este sentido, el creyente ya ha construido su «casa». Ha oído y ha creído, y sabe: un día caerá la lluvia [torrencial], vendrán los torrentes y los vientos [tempestuosos] golpearán contra su «casa». Pero no caerá, porque está construida sobre la roca. «Él no entra en condenación», dijo el Señor.

La muerte puede sorprendernos, Dios puede traer sus juicios sobre la tierra, el Señor Jesús puede ejercer su juicio final sobre los muertos (Apoc. 20:11ss.) –nuestra “casa” no será tocada por nada de esto, porque en nuestras vidas hemos confiado en su Palabra. Y como la Palabra del Señor permanece para siempre (1 Pe. 1:25), así también el que confía en esa Palabra y hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:17). Es un pensamiento gozoso por encima de todo. “Qué bueno es, Señor, tener tu Palabra –la Palabra que es más segura y fiable que cualquier otra cosa en todo el universo creado por Dios”.

Pero creo que podemos aplicar la construcción de nuestra “casa” a los días de nuestra vida en la tierra. El Señor permite que “aguaceros” y fuertes “vientos” vengan contra nuestra “casa”. Las pruebas pueden venir de todas partes; ¿qué pasará entonces con nuestra felicidad, paz y prosperidad? ¿Se derrumbará todo como un castillo de naipes? No; si hemos orientado nuestra vida práctica según la Palabra de Dios, veremos que nuestra «casa» se mantiene firme: «Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron vientos, dieron con ímpetu contra aquella casa y no cayó; porque estaba fundada sobre la roca». Tal vez nos sobrevengan hostilidades y persecuciones precisamente porque le hemos sido obedientes. Nada, o casi nada, nos da más paz que el saber que le hemos obedecido. ¿No nos garantizará él por todas las consecuencias de nuestra obediencia? No permitirá que nuestra «casa» caiga.

Cuando estuvo en la tierra como hombre dependiente, fue siempre obediente, y perfectamente obediente. Dejaba que su oído fuese despertado cada mañana, para escuchar, como los que son enseñados (Is. 50:4), y luego hacía la voluntad de su Padre; siempre hacía las cosas que le agradaban (Juan 4:34; 8:29). ¿No deberíamos nosotros, como siendo sus discípulos, parecernos a él y obedecer como él? Por la nueva vida que hemos recibido, podemos obedecer como él obedeció. De hecho, hemos venido «para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo» (1 Pe. 1:2).

Es una gran cosa haber aprendido a «cavar» y «ahondar» y basar todo en nuestras vidas en la roca de su Palabra. Entonces nuestra «casa» no caerá, ni en esta vida ni en la eternidad.

3 - El hombre insensato

En el caso del hombre insensato, no se menciona el cavar [o: excavar] o cavar hondo, sino que simplemente se dice (citando el texto de Lucas, por una vez):

«Pero el que oye y no hace, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre la tierra sin fundamento; y el río se precipitó contra ella con violencia, y en seguida cayó; y fue grande la ruina de aquella casa» (Lucas 6:49).

En Mateo, las palabras del Señor se relatan en detalle, y no se puede negar su carácter dramático:

«Y cualquiera que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será semejante a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y azotaron aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina» (Mat. 7:26-27).

Así que ese es el problema, el que tiene consecuencias tan graves: escuchar y no hacer. Este hombre también construyó su «casa». Quería vivir lo más feliz posible y tomar todas las precauciones para el futuro. Para conseguirlo, hizo todo lo que la gente hace y aconseja en estos casos. Su sistema de protección de la salud y el nivel de vida nunca ha estado tan bien desarrollado, y la “red social” nunca ha sido tan densa como ahora. ¿No debería haberse conseguido a pesar de ciertos riesgos? Ha debido oír hablar de las palabras de Jesús, y puede que le impresionaran durante un tiempo, como a la multitud de entonces. Pero al final no actuó según Sus palabras, sino según lo que enseñan y aconsejan los hombres.

Esto es lo que el Señor Jesús quiso decir con «construir la casa sobre la tierra sin cimiento». ¿Hay algo más insensato que construir la «casa» de uno, toda su vida, su bienestar y sus penas, en la arena? ¿No deberíamos esperar más sentido común de un hombre? ¿No vale la pena examinar con un poco más de cuidado el terreno sobre el que todos queremos construir nuestra felicidad? «Estas palabras mías» son la roca. Todo lo demás, lo que la gente dice y enseña, no es más que arena.

¿Alguno de mis lectores pertenece a este grupo de insensatos? ¿Ha oído usted hablar alguna vez del Señor Jesús, el Salvador de los pecadores, cuando era niño? Y hoy, ¿se ha perdido en el mundo, confiando más en las palabras de sus amigos y consejeros que en la Palabra de Dios? ¿De qué le sirven el éxito profesional, la salud y la prosperidad exterior? A pesar de todo, ¡ha construido su casa sobre arena!

4 - Consecuencias trágicas

Hay 4 puntos de vista desde los que queremos considerar las consecuencias de este comportamiento insensato tan vivamente expuesto por el Señor. En la primera parte de la parábola, en relación con el hombre prudente, ya hemos tratado los aspectos personales y temporales, por una parte, y los aspectos personales y eternos, por otra. Ahora hay 2 aspectos más, ambos relacionados con el punto de vista profético. En todos estos casos, la casa construida sobre la arena está sometida primero a una seria prueba, antes de ser destruida.

4.1 - El aspecto personal y temporal

Veamos primero el lado personal y temporal. La insensatez y la miopía de los cálculos humanos suelen manifestarse ya en el presente. «Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte» (Prov. 14:12). Por lo que respecta a Dios, basta una “lluvia torrencial” para borrar de un plumazo los cálculos del hombre, y entonces todo toma un rumbo muy distinto del que habíamos imaginado y deseado. Empezamos sin Dios y terminamos sin Dios.

No es solo cuando vemos llegar la muerte, sino a menudo incluso antes, cuando debemos aprender la amarga verdad contenida en estas palabras: «Pasaron mis días, fueron arrancados mis pensamientos, los designios de mi corazón» (Job 17:11). Es verdad, y sigue siendo verdad, que «lo que el hombre siembre, eso también cosechará. Porque el que siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna» (Gál. 6:7-8). No pocas veces, bajo la presión de las circunstancias, la «casa» del hombre ya se derrumbe en el tiempo presente.

4.2 - El aspecto personal y eterno

El aspecto personal y eterno es aquí, naturalmente, el más serio. No solo en el momento de la muerte se derrumban todos los planes del hombre (Sal. 146:4), sino que también hay un después: «Está reservado a los hombres morir una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebr. 9:27). Luego vienen los torrentes y los vientos que se lanzan sobre esta casa. No resistirá contra ellos, sino que caerá. El Señor Jesús no termina, como con la primera casa, con palabras como: «Porque estaba fundada sobre la roca», sino que añade una frase corta e impactante: «Y grande fue su ruina». El que pronunciaba estas palabras sabía de lo que hablaba. El que un día estará ante el gran trono blanco no le responderá sobre un punto entre 1.000 (Job 9:3). «El que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado al lago de fuego» (Apoc. 20:15). ¡Qué caída la de esta casa que, a pesar de todos los esfuerzos personales realizados, no estaba construida más que sobre arena!

4.3 - El aspecto profético en relación con el pueblo judío

El tercer aspecto de nuestra parábola se refiere al pueblo judío. Porque su Mesías vino a ellos en gracia, y ellos lo rechazaron y crucificaron, Dios traerá el juicio sobre ellos al final de los días: «Y ajustaré el juicio a cordel, y a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo» (Is. 28:17).

Existe un paralelismo con nuestra parábola en Ezequiel 13. Allí Dios compara a los falsos profetas de Israel con los que recubren con mala argamasa (es decir, con mentiras) un muro construido por el pueblo incrédulo, y les dice: «Di a los que recubren con lodo suelto, que caerá; vendrá lluvia torrencial, y enviaré piedras de granizo que la hagan caer, y viento tempestuoso la romperá. Y, he aquí, cuando la pared haya caído, ¿no os dirán: ¿Dónde está la embarradura con que la recubristeis? Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Haré que la rompa viento tempestuoso con mi ira, y lluvia torrencial vendrá con mi furor, y piedras de granizo con enojo para consumir. Así desbarataré la pared que vosotros recubristeis con lodo suelto, y la echaré a tierra, y será descubierto su cimiento, y caerá, y seréis consumidos en medio de ella; y sabréis que yo soy Jehová» (Ez. 13:11-14).

Esta profecía ya ha tenido un cumplimiento parcial en el apartamiento de Israel como pueblo terrenal de Dios, pero aún queda un cumplimiento final. Dios llevará a la casa de Judá a la gran tribulación, y como un todo se desmoronará. Han tenido el privilegio inimaginable de la presencia de Jesús, el Hijo de Dios; han oído sus palabras –las palabras de Aquel que es la verdad– ¡y no han hecho nada con ellas! Por supuesto, allí también habrá un remanente creyente, pero la masa del pueblo perecerá.

4.4 - El aspecto profético en relación con la cristiandad

Los cristianos, que esperan al Señor, no tendrán que sufrir otra cosa; y este es el cuarto aspecto de nuestra parábola, quizá incluso el que vendrá primero. Todos los que han sido bautizados en el nombre de Cristo, ¿no han oído «estas palabras mías» de un modo u otro? Pero la mayoría de ellos han obedecido poco al Evangelio de la gracia como el pueblo de Dios de antaño obedeció la Ley. Como ellos, han oído y no han hecho. Por eso correrán la misma suerte.

Cuando el Señor Jesús regrese para llevarse a los suyos, arrojará de su boca a «Laodicea», es decir, la cristiandad en su última fase (Apoc. 3:16). El diablo se apoderará de la profesión cristiana muerta hasta que sea finalmente eliminada en el juicio final de «Babilonia» por el Señor mismo (Apoc. 18). Entonces, no solo no quedará ninguna “lámpara” cristiana, sino que no habrá cristianismo en absoluto sobre la tierra, ni siquiera según una profesión cristiana. Y así la casa de la cristiandad caerá, definitivamente, irrevocablemente –«y grande fue su ruina».

Pero hoy todavía es tiempo de gracia. Hoy todavía puede escuchar las palabras de la gracia (Lucas 4:22) y mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo y en Su obra, puede construir su «casa» sobre roca; y según las palabras del Señor, no caerá. Ojalá muchas personas sigan suscribiendo este “seguro”, ¡el mejor que existe! Nunca se arrepentirán. Y ¡alabado sea el Señor por cumplir su Palabra!