La circuncisión no hecha con las manos

Colosenses 2:11


person Autor: George BELL 1


1 - La circuncisión en su origen

La primera mención de la circuncisión en la Biblia se encuentra en Génesis 17:10-14. Tras un silencio de 13 años, Dios interviene y hace un pacto con Abram, cuando su siervo tiene 99 años. Abram, 13 años antes, había escuchado a Sarai, su esposa, y había intentado engendrar una semiente a través de Agar, la sirvienta. El resultado fue el nacimiento de Ismael, con todos los desastres que le siguieron. Fue un caso de descendencia según la carne, no según la promesa. Este acontecimiento puede explicar el silencio de 13 años antes de que Dios interviniera en su bondad, y renovara su promesa en forma de un pacto basado en una promesa suya.

La fe de Abram fue puesta a prueba en ese momento. Si su paciencia había cedido cuando tenía 86 años, ¿qué era ahora? Ahora tenía 99. El asunto se había vuelto imposible para el hombre y la carne. Tuvo que intervenir el poder de Dios para que se cumpliera la promesa. Sin embargo, observe cuántas veces en Génesis 17 hay una afirmación de Dios sobre lo que él hará. Es la afirmación de un pacto incondicional. Todo descansa en la voluntad y el propósito inmutables de Dios.

Génesis 17:7 dice: «Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti». Se dice que la circuncisión es «por señal del pacto entre mí y vosotros» (v. 11), y este capítulo nos dice quién debía participar en el rito de la circuncisión y cuándo debía hacerse. Es obvio que la circuncisión significa que la carne debe mantenerse en el lugar de la muerte. La carne no puede contribuir en nada al cumplimiento de la voluntad de Dios. «El que tenía ocho días» (v. 12), tenía que ser circuncidado, y el octavo día es significativo de un nuevo comienzo. Solo una nueva vida interior puede producir algo agradable a Dios.

La circuncisión se convirtió así en el signo de una relación de alianza entre el israelita y Dios. En todas las familias judías se practicaba lo que podría llamarse una operación quirúrgica al niño varón de 8 días. Esta operación comenzó a realizarse con gran diligencia en toda la nación, pero pronto se perdió su verdadero significado. Se convirtió en un mero ritual externo con poca realidad interior. Su efecto en la forma de vida era inexistente. Dios nunca quiso que se observara un rito externo sin una realidad interna. Eso no puede agradarle.

2 - Los labios circuncidados

Éxodo 6 registra las palabras del Señor a Moisés cuando lo llamó para hablar con Faraón: «Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Entra y habla a Faraón rey de Egipto, que deje ir de su tierra a los hijos de Israel» (Éx. 6:10-11). La respuesta a este llamado es muy reveladora. Moisés se echó atrás ante la orden, diciendo: «He aquí, yo soy torpe (incircunciso) de labios; ¿cómo, pues, me ha de oír Faraón?» (Éx. 6:30).

Está claro que Moisés había comprendido el verdadero significado de la circuncisión. No era solo un rito exterior que había que observar, sino una realidad interior que afectaba al uso de los labios. ¿Fue un sentimiento de indignidad para hablar en nombre de Dios lo que hizo retroceder a Moisés, o fue el temor a los hombres? Es difícil saberlo. Pero sea lo que fuere, el mensaje esencial para nosotros es que comprendió el verdadero significado de la circuncisión. Lo que Dios requiere son labios circuncidados, es decir, labios que hablen por Él al margen de la actividad de la carne.

3 - Un corazón circuncidado

En el libro del Deuteronomio, la circuncisión está relacionada 2 veces con el corazón. Israel demostró ser un pueblo rebelde y de dura cerviz. Tras el horrible pecado de adoración al becerro de fundición en Horeb, leemos: «Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día. Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz» (Deut. 10:15-16).

El segundo pasaje de este libro es el siguiente: «Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas» (Deut. 30:6). Este versículo mira hacia el futuro. En realidad, nunca ha habido un día en que la promesa de este pasaje se haya cumplido en lo que respecta a Israel. Aquí vienen a la mente las palabras de la Nueva Alianza: «Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón» (Jer. 31:33). En aquel día, Israel será una nación nacida de nuevo, y se producirá un verdadero amor a Dios. Entonces será verdad que Israel tendrá un corazón circuncidado.

4 - La circuncisión para Jehová

Entre los profetas, Jeremías es el que más tiene que decir sobre el tema de la circuncisión. Se menciona 3 veces en este libro.

«Circuncidaos para Jehová…» (Jer. 4:4).

Esta es quizá la referencia más importante, porque es la meta que tenemos ante nosotros. El valor real de todo lo que hacemos se pone de manifiesto cuando lo hacemos para el Señor. Podemos haber tenido mucho cuidado nos comprometemos así, pero ¿lo hemos hecho por el Señor? Esta pregunta se puede hacer de las muchas áreas de servicio en las que estamos involucrados. Necesitamos cuestionar nuestros motivos. ¿Es realmente por él?

5 - Los oídos circuncidados

Jeremías 6:10 nos da la segunda referencia en este libro: «He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no pueden escuchar; he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la aman».

Esta vez es una cuestión del oído –una cuestión de obediencia a la Palabra de Jehová. Qué solemnes son estas palabras: «Les es cosa vergonzosa, no la aman». No tiene mucho sentido someterse a las ordenanzas externas y tener un oído cerrado a su Palabra. Ese fue el caso de Israel.

Anteriormente en el libro Jeremías escribió: «La rebelde Judá no se volvió a mí de todo corazón, sino fingidamente, dice Jehová» (Jer. 3:10). Estas palabras fueron escritas durante el avivamiento bajo el piadoso rey Josías. Parece que la apariencia externa era buena pero, en muchos, el corazón no había sido tocado.

6 - La circuncisión que pone aparte (la separación)

La tercera referencia a la circuncisión se encuentra en Jeremías 9:26: «Egipto y a Judá, a Edom y a los hijos de Amón y de Moab… porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón».

La nación de Israel fue llamada a salir de las naciones circundantes para ser un testigo de Dios contra la idolatría de las naciones. Debían ser un pueblo separado. El profeta Balaam, tan falso como era, fue llevado a decir la verdad acerca de Israel: «He aquí un pueblo que habitará confiado [solo], y no será contado entre las naciones» (Núm. 23:9). Obsérvese que en Jeremías 9:26 se coloca a Judá entre Egipto y Edom. No se hace ninguna distinción y por lo tanto no hay separación. Las naciones eran literalmente incircuncisas. Israel, aunque se había sometido al rito externo, también estaba incircunciso en su corazón.

Los pasajes del Antiguo Testamento sobre la circuncisión dejan claro que nuestros labios, corazones y oídos deben ser impactados. Hemos de ser un pueblo apartado y todo ha de ser «para el Señor». La sumisión externa a la ordenanza de la circuncisión, sin la comprensión de su verdadero significado espiritual, no tiene ningún efecto en la vida práctica.

7 - La circuncisión del Señor Jesús

Siguiendo con el tema de la circuncisión en el Nuevo Testamento, nos llama la atención el hecho sorprendente de la circuncisión del Señor Jesús. En el Evangelio según Lucas, que destaca su vida perfecta como hombre, estamos introducidos en una piadosa compañía de judíos muy diferente de la mayoría de la nación. Fue entre este remanente donde se encontraban los padres terrenales del Señor Jesús. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que, concebido por el Espíritu Santo, su nacimiento fue bastante singular. Lo que se ha examinado hasta ahora sobre la circuncisión se ha referido al juicio de Dios sobre la carne. Debemos tener cuidado cuando nuestros pensamientos se dirigen a Cristo. No había nada en él que coincidiera con la naturaleza de la carne; todo era santo, perfecto e irreprochable.

Habiendo sido criado en un devoto hogar judío, donde la Ley era respetada y amada, el niño Jesús fue circuncidado al octavo día. Esto nos recuerda las palabras del apóstol Pablo: «Nacido de mujer, nacido bajo la ley» (Gál. 4:4). Qué maravilloso es ver al Hijo de Dios descender, encontrarse en circunstancias oscuras y someterse a la Ley como un israelita devoto. Tenía que ser así para que la redención fuera tanto para judíos y como para los gentiles.

Se ha dicho a menudo que el Señor Jesús fue durante toda su vida lo que el hombre debería haber sido para Dios. Es igualmente cierto decir que él ha sido todo lo que un israelita piadoso debería haber sido.

8 - Ahí donde Israel falló

Considere de nuevo las 5 áreas en las que Israel como nación falló miserablemente, al no ser fiel a su circuncisión:

Los labios; el corazón; «Para Jehová»; los oídos; la separación.

En Cristo, hubo una verdadera respuesta a su circuncisión. Donde Israel como nación había fracasado, él triunfó.

8.1 - Los labios

Mucho se ha escrito sobre las palabras del Señor. Nos viene fácilmente a la mente el conocido pasaje del Salmo 45: «Eres más hermoso que los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre» (v. 2). ¡Cuántas veces hemos comparado este versículo con Lucas 4:22: «Todos le daban testimonio y estaban admirados ante las palabras de gracia que salían de su boca»! Se podrían citar muchos pasajes de la Escritura en referencia a lo que él dijo mientras estuvo en la tierra. Se mencionan sus labios, su lengua, su voz y su boca.

8.2 - El corazón

El versículo mencionado anteriormente en Deuteronomio 30:6 muestra que el corazón circuncidado está conectado con amar a Dios con todo el corazón. Esto se vio felizmente en Cristo. No hay muchos pasajes de la Escritura que se refieran a su amor por el Padre, pero notaremos dos, uno en el Antiguo Testamento y el otro en el Nuevo. «Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre» (Sal. 91:14). Estas palabras expresan el aprecio del Padre por su amor. «Pero para que el mundo sepa que yo amo al Padre, y como me mandó el Padre, así hago. Levantaos, vámonos de aquí» (Juan 14:31). La intimidad entre el Padre y el Hijo, tal como aparece en estos versículos, es maravillosa. Esta comunión, que siempre estuvo presente antes de la creación de los mundos, no cambió cuando él estuvo en la tierra como hombre, y sigue siendo la misma hoy. ¡Qué expresión había en él de la verdadera circuncisión del corazón!

8.3 - La circuncisión para el Señor

Este aspecto de la circuncisión hace intervenir la cuestión del propósito y del objetivo. Para el Señor Jesús, siempre se trataba de honrar a su Padre. El Evangelio según Juan lo deja claro. «Hago siempre las cosas que le agradan» (agradan al Padre –Juan 8:29). «No procuro mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Juan 5:30). «El que busca la gloria de aquel que le envió, este es veraz, y no hay injusticia en él» (Juan 7:18). «Yo no tengo demonio; pero honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis» (Juan 8:49). El placer, la voluntad, la gloria y el honor del Padre fueron siempre su propósito. Tenía una mirada sencilla. Todo era “para Dios –para Jehová– para el Señor”.

8.4 - La oreja circuncidada

La Escritura se refiere varias veces a la oreja del Señor. «Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado» (Sal. 40:6). Cristo no estaba en posición de sumisión antes de venir al mundo, pero al hacerse hombre se convirtió en el Siervo obediente. En el profeta Isaías, que da las palabras del Siervo de Jehová que había de venir, el Señor dice: «Despertará mi oído para que oiga como los sabios» (Is. 50:4). Es sorprendente pensar en el Señor Jesús como discípulo. Esta posición queda sugerida por la palabra «para saber». «Cada mañana» su oído se dirigía a Dios en busca de instrucción. Jamás pronunció una palabra o realizó un acto en independencia de su Padre.

8.5 - La separación

En Cristo había una separación obvia del mundo, pero no de la humanidad en el mundo. Era amigo de publicanos y pecadores. Pero se separó del sistema del mundo en su hipocresía y su total alejamiento de Dios y de su justicia. Esto es lo que despertó el odio y el antagonismo del hombre. También podría decirse que el mundo por el que pasó no fue ni la fuente ni el objetivo de su vida. La palabra del Padre y aquellos que el Padre le había dado eran el centro de interés que lo absorbía. Dos veces en su oración en Juan 17, hablando a su Padre de los suyos, dijo: «No son del mundo, como yo no soy del mundo» (Juan 17:14, 16).

9 - La enseñanza de la circuncisión en las Epístolas

Las Epístolas arrojan más luz sobre este tema. Los pasajes principales son todos del apóstol Pablo: Romanos 2:28-29, Colosenses 2:11-12 y Filipenses 3:3.

9.1 - Romanos 2

Dondequiera que miremos, en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, está claro que Dios ama «la verdad en lo íntimo» (Sal. 51:6). «Es judío aquel que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; cuya alabanza no es de los hombres, sino de Dios» (Rom. 2:29).

9.2 - Colosenses 2:11-12

En la Epístola a los Colosenses es interesante la expresión «con circuncisión no hecha a mano». Aquí, a la luz del cristianismo, nos alejamos completamente de lo que es corporal y tangible para acercarnos a lo que es espiritual. Aquí, la parte que debemos entender es «la circuncisión de Cristo» (Col. 2:11). Esto, ¿a qué hace referencia? En la parte anterior de este artículo, hemos hablado un poco sobre la circuncisión del Señor Jesús a la edad de 8 días. La expresión en Colosenses 2:11 de ninguna manera se refiere a Lucas 2:21. La expresión «circuncisión de Cristo» también podría traducirse como “corte de Cristo”; encontramos esta expresión en versículos de una profecía del Antiguo Testamento con la que estamos familiarizados. «Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido» (Is. 53:8). «Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías» (Dan. 9:26). Si consideramos estos dos textos, queda claro que las palabras de Pablo, «circuncisión de Cristo» se refieren a la muerte del Señor en la cruz –el lugar del juicio, donde fue cortado.

El versículo 11 de Colosenses 2 necesita ser leído muy cuidadosamente. Lo cito íntegramente: «en quien también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al despojaros del cuerpo carnal, por la circuncisión de Cristo». La cruz de Cristo no es solo el medio por el cual nuestra culpabilidad ha sido tratada y nuestros pecados perdonados, sino que también es el medio por el cual la carne ha sido plenamente juzgada. Al referirnos a la enseñanza de la circuncisión, tal como se presenta aquí, no olvidemos nunca lo que le costó a él hacerla así.

Se trata, entonces, es la verdadera circuncisión, que se le reconoce al creyente desde el momento de la fe, cuando está unido a Cristo donde Él está ahora. Esta circuncisión ha sido descrita como una circuncisión de posición, que es verdadera para todo cristiano.

En el versículo 12 de Colosenses 2, el apóstol habla de que el creyente ha sido «sepultado con él» y «con quien también fuisteis resucitados». Más adelante en el capítulo, en el versículo 20, dice «muertos con Cristo». Por supuesto, nosotros nunca fuimos realmente sepultados ni resucitados, y no hemos muerto, ¡pero él sí! Lo que es verdad de Cristo se pone a nuestra cuenta. Estas cosas nunca serán comprendidas por ninguna capacidad intelectual, sino solo por la fe. El final de Colosenses 2:12 dice: «mediante la fe en la operación de Dios, que le resucitó de entre los muertos».

9.3 - Filipenses 3

La enseñanza de la circuncisión posicional también se encuentra en Filipenses 3:3: «Porque nosotros somos la circuncisión, los que damos culto por el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne». Del resto de este capítulo se desprende claramente que Pablo ha aprendido por experiencia a no confiar en la carne. Concluye que solo Cristo es una ganancia.

9.4 - Colosenses 3

En Colosenses 3 tenemos un claro esbozo de la circuncisión práctica; por ejemplo, «mortificad» (3:5), y «renunciad» (3:8). Estas palabras recuerdan a Josué 5:2-3: «Hazte cuchillos afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel». Después de cruzar el Jordán, esta nueva generación de israelitas tenía que ser circuncidada y esto tenía que hacerse en Gilgal, como preparación para la conquista de Canaán. Es interesante observar que, después de cada victoria, había un regreso a Gilgal.

Si bien es cierto que estas expresiones, «mortificar» y «renunciar (o cortar)», se consideran acciones cumplidas, siempre existe la necesidad de ejercicio y renovación. Esto pone de relieve un aspecto de la responsabilidad cristiana que a menudo se olvida. La carne siempre está dispuesta a asomar su fea cabeza y necesita que la tengamos en la muerte. Las palabras del Señor en los Evangelios son muy claras: «Si tu mano derecha te es causa de tropiezo, córtala, y échala de ti» (Mat. 5:30, etc.). Qué severas parecen estas palabras. Nadie pensaría que el Señor se refería a la mano literalmente, pero sus palabras ilustran el juicio de sí mismo tan a menudo necesario en nuestras vidas. Se trata de una circuncisión práctica. Aquí, en Colosenses 3:5, se describe claramente: «Mortificad, pues, vuestros miembros terrenales: fornicación, impureza, pasión desordenada, malos deseos, y avaricia, que es idolatría».

En Colosenses, se ve a los creyentes como poseedores de una vida nueva. Otros pasajes de la Escritura nos aseguran de la presencia y del poder del Espíritu Santo, que nos capacita para vivir piadosamente. Esta “mortificación” (o “dar muerte”) va acompañada del ejercicio más feliz de «revestirse»: «Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de compasión, bondad, humildad, afabilidad, paciencia; soportándoos unos a otros» (Col. 3:12-13). Este es el carácter de Cristo, visto en nosotros. Su vida fue el tema de nuestra meditación en la primera parte de este artículo, y hemos considerado sus labios, su corazón, cómo en su vida todo era «para Jehová», así como sus oídos y su andar separado cuando estuvo en la tierra. Estas características deben verse ahora en nosotros que somos la verdadera circuncisión. Al recorrer este capítulo 3 de Colosenses, estas 5 características están puestas en evidencia:

9.4.1 - Los labios circuncidados

«No mintáis unos a otros, habiendo despojado el viejo hombre con sus prácticas» (Col. 3:9). «Enseñándoos y amonestándoos unos a otros, con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios» (Col. 3:16). Estos 2 versículos tratan de la comunión.

La mentira y el engaño son marcas del viejo hombre. En el versículo 9, el cristiano se ha despojado del viejo hombre y de sus obras, razón por la cual la honestidad en nuestro trato mutuo contribuye a la confianza fraterna.

El segundo versículo se refiere a la enseñanza mutua, en un espíritu de gozo y de acción de gracias al Señor. No se trata de una enseñanza pública, sino de intercambios felices en los que todos aspiran a rendir el debido culto a Aquel que es el gran Dador de todo.

9.4.2 - El corazón circuncidado

«Y sobre todas estas cosas, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección» (Col. 3:14). El amor es el vínculo entre todos. Tras examinar en los versículos 12 y 13, las hermosas características de Cristo de las que debemos revestirnos, el autor concluye que el amor está por encima de todo. El versículo aludido anteriormente en Deuteronomio 30:6, asociaba el corazón circuncidado con el amor incondicional a Dios. En lo que a nosotros respecta hoy, nuestro amor unos por otros, estará a la medida de nuestro amor por Dios. La carne no tiene parte en ello. Si el amor ata, la actividad de la carne hace lo contrario: trae dificultades, pero el amor las elimina.

9.4.3 - Circuncidados para el Señor

«Y todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Col. 3:23). Estas palabras fueron escritas a quienes, en tiempos de Pablo, eran esclavos (3:22). La vida de un esclavo en aquella época podía ser difícil y dependía de la disposición del amo. No obstante, se les exhortaba a trabajar de todo corazón. Aunque tenían un amo terrenal, debían mirar a su Amo celestial. Es a Él a quien debían complacer. A estos esclavos se les confería una notable dignidad, como escribe Pablo: «Porque… a Cristo el Señor servís» (3:24). Aunque la esclavitud, tal como existía en tiempos de Pablo, ya no existe, el empleado cristiano sigue teniendo la obligación de prestar sus servicios de corazón como al Señor.

9.4.4 - Los oídos circuncidados

«La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, en toda sabiduría» (Col. 3:16). El oído debe estar abierto a la Palabra; de ahí nace la obediencia. Cuando la Palabra habita en el creyente, no es una carga obedecerla. Términos parecidos están utilizados a propósito de los jóvenes en 1 Juan 2:14: «Os escribí, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno». Es mediante la Palabra y escuchándola como salimos victoriosos de los conflictos. Se trata de una misión dada, pues el pasaje paralelo en la Epístola a los Efesios es «sed llenos del Espíritu» (Efe. 5:18). Esto también implica el poder disponible para vencer. Citando de nuevo Jeremías 6:10: «He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no pueden escuchar». En nuestro pasaje de Colosenses, hablamos del oído circuncidado y de la obediencia que se deriva de él.

9.4.5 - La separación

«En las que también vosotros anduvisteis en un tiempo, cuando vivíais en ellas» (Col. 3:7). Este versículo llama la atención porque muestra el claro cambio que se produjo en la vida de los colosenses creyentes desde su conversión. Las características descritas en el versículo 5 habían sido su forma de vida en el pasado, pero ahora habían desaparecido. Los que los rodeaban probablemente seguían viviendo de esa manera, pero para ellos había una separación; vivían de manera diferente.

10 - El mal uso de la circuncisión por parte de los gálatas

En conclusión, en la Epístola de Pablo a los Gálatas, aprendemos que los falsos maestros estaban tratando de poner a los creyentes de las naciones bajo la Ley, diciendo que tenían que estar circuncidados. Todos conocemos la vehemencia con la que el apóstol trató esta cuestión. «Os digo yo, Pablo: si os circuncidáis, Cristo no os servirá de nada. Y de nuevo declaro a todo hombre circuncidado, que está obligado a cumplir toda la ley» (Gál. 5:2-3). El rito de la circuncisión había quedado ligado a la Ley de Moisés, y los gálatas corrían el gran peligro encontrarse bajo un yugo de esclavitud. Habían empezado bien, pero se vieron obstaculizados. La Ley solo podía privarlos de su libertad y desviar su atención de la fuente de su libertad, el Hijo de Dios, que los amaba y él mismo se había entregado por ellos.

11 - Las características esenciales de la “verdadera circuncisión”

El apóstol utiliza una expresión muy similar 2 veces en Gálatas y una en 1 Corintios. Las conclusiones que se extraen de estas Escrituras son las siguientes:

  • Gálatas 6:15: «Porque ni la circuncisión es algo, ni la incircuncisión, sino la nueva creación»;
  • 1 Corintios 7:19: «La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es; lo importante es guardar los mandamientos de Dios» (no hace falta decir que los mandamientos aquí no son los del Sinaí, sino que representan la forma de vida que proviene de la nueva naturaleza) y,
  • Gálatas 5:6: «Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor».

Estas 3 elocuentes afirmaciones nos dan las características esenciales del cristiano, es decir, la “verdadera circuncisión”.

(Extractado de la revista «Scripture Truth», Volumen 11, 1994)